Resulta complicado reconocer la función doméstica exacta que tenía cada una de las formas cerámicas en la sociedad prehispánica canaria. Sin embargo, teniendo en cuenta las fuentes documentales sobre los hábitos alimenticios de los primeros pobladores del Archipiélago, se pueden intuir ciertos usos de la cerámica.
El tostado de cereales podría realizarse en vasijas de escasa profundidad y amplia base por una mayor comodidad para este proceso. Los recipientes adecuados para la mezcla de distintos alimentos son los semiesféricos, y posiblemente los ovoides.
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Las ánforas tuvieron la función de almacenar productos sólidos como el grano. (MAR) |
Las vasijas con apéndices vertedero pueden haberse adaptado bien a la actividad ganadera como utensilios apropiados para el ordeño de las cabras y el vertido de diferentes líquidos. Las ánforas y recipientes de tamaño medio y grande pudieron haber servido para contener y almacenar diferentes productos sólidos como el grano, si bien la permeabilidad de las pastas no permitiría el almacenamiento de líquidos a largo plazo.
Ciertas formas pequeñas pudieron haber servido como lámparas, empleando aceites animales como combustible. Otras como las cuentas de barro han sido identificadas tradicionalmente como elementos de adorno, recibiendo el nombre de cuentas de collar. La confirmación arqueológica procede de una cueva funeraria de Tacoronte, donde aparecieron dispuestas sobre el pecho de un individuo.
Cerámica tradicional
Los procedimientos de elaboración de la cerámica prehispánica y de la tradicional, de la que es heredera, son similares. Sin embargo, con la llegada de los europeos, muchos de los antiguos elementos decorativos, asas y formas, han desaparecido motivados por un profundo cambio de vida, de usos y de costumbres. Aparecen entonces piezas como braseros, ollas para cocinar, bernegales y tallas para el agua, sahumerios o quemadores, etc.
Técnicamente, la cerámica pierde calidad. Se debilitan las formas ovoides para dar paso a las ovales y redondas, aunque algunos tipos como lebrillos y hondillas permanecen. Las paredes de las piezas son ahora más gruesas, y los elementos accesorios se transforman o se anulan. Desaparece el mango vertical macizo o se transforman los ‘mamelones’ en agarraderos y lengüetas.
Ya tras la Conquista, dejan de añadirse elementos como el asa-vertedero y su variedad de ‘pitorro’. En ésta época, para conseguir mayor resistencia se introdujo el horno de una o dos cámaras, que logra la cocción a temperaturas muy superiores de las que conseguían los guanches. También se introduce el torno, que permite elaborar la cerámica de manera más fácil y rápida. A pesar de ello, gran parte de la población sigue empleando el método tradicional a mano.
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