La edad de la isla de Gran Canaria es de unos 14,5 millones de años. Es más joven que las orientales, pero más vieja que las occidentales. Su historia geológica se caracteriza por una continua alternancia de episodios eruptivos y de erosión. El resultado es un relieve muy accidentado desde la cumbre hasta el mar, a través de una red radial de barrancos.
Cronológicamente, la Isla se ha formado a lo largo de tres grandes ciclos eruptivos, intercalados por periodos de inactividad volcánica, durante los cuales han primado los procesos erosivos.
Durante el primer ciclo eruptivo, surge en un primer momento sobre el nivel del mar, una isla chata de poca altura. Este originario edificio se asienta sobre el complejo basal, fruto de erupciones submarinas que dan lugar al basamento insular. Las erupciones volcánicas siguen sucediéndose de manera intensa, lo que va a propiciar que el edificio central crezca de manera importante, creándose el primitivo escudo insular. Al mismo tiempo, la gran emisión de materiales volcánicos provoca el vaciamiento de la cámara magmática de este edificio central, lo que da pie al colapso del mismo y a la generación de una caldera por hundimiento, la conocida como Paleocaldera de Tejeda. La reanudación de la actividad volcánica hace que esta caldera se rellene, rebosando los materiales volcánicos y cubriendo los basaltos antiguos. El resultado de este primer ciclo eruptivo es la formación de una Isla de perímetro más o menos circular, con sus mayores alturas desplazadas hacia el oeste.
El segundo ciclo eruptivo comienza tras un largo periodo de inactividad volcánica donde la erosión hace mella sobre el relieve insular, excavando profundos barrancos sobre las rampas lávicas y generando acantilados por la acción del mar. Esta actividad erosiva y posterior transporte de los materiales a través de los barrancos, generan importantes depósitos sedimentarios, destacando principalmente el de Las Palmas, en el noreste, y el de Arguineguín, en el sur.
Durante este segundo ciclo, también conocido como ciclo Roque Nublo, los centros eruptivos se concentraron el centro de la Isla, en lugares como Ayacata, La Culata de Tejeda, Las Mesas y Tenteniguada. Fue una fase de violentas erupciones que generaron el gran estratovolcán del Roque Nublo, edificio que fue víctima de sus propias violentas manifestaciones, dando lugar a su desestructuración y posterior deslizamiento de materiales hacia suroeste.
Por último está el tercer ciclo eruptivo, precedido nuevamente de un periodo de inactividad volcánica. Se siguen produciendo procesos erosivos y se vuelve a formar la Caldera de Tejeda. Esta vez no por el derrumbamiento del edificio volcánico, sino por la erosión y el desalojo de los materiales.
La actividad de este ciclo se concentra casi exclusivamente en la mitad norte de la Isla, dando lugar a la aparición de nuevas formaciones volcánicas de carácter puntual. Algunos ejemplos pueden ser la Caldera de Bandama, Montaña de Arucas, la de Arinaga y la Montaña de Galdar, también conocida como Montaña de Ajódar o La Atalaya.
A partir de aquí, ha sido nuevamente la erosión continuada la que ha ido modelando el territorio, ya que, al contrario que otras islas como Lanzarote, Tenerife o La Palma, en Gran Canaria no ha vuelto a haber ninguna actividad volcánica después de la época cuaternaria.
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