El artesano, en la inmensa mayoría de casos, también era campesino y debía ocuparse de las tierras, por lo que realizaba esos trabajos como complemento de la economía doméstica. En muchas ocasiones, ni siquiera cobraba por sus trabajos. En la sociedad tradicional canaria el dinero que circulaba era muy escaso, se funcionaba con el conocido ‘sistemas de favores’. Se realizan trabajos y labores a cambio de favores cuando hiciera falta. Se trata de sistemas de gestión tradicional donde prima la ayuda mutua, en detrimento del valor mercantilista del trabajo.

La lista de productos artesanos, elaborados a partir de diferentes materiales, es muy extensa. Hasta bien entrado el siglo XX la artesanía no era reconocida como tal, ya que la fabricación de todos estos utensilios se concebía como una actividad de autoconsumo, funcional, y desarrollada para satisfacer las necesidades del isleño. Su técnica no se aprendía en talleres gremiales, sino por transmisión personal, de unas generaciones a otras. A pesar de ello, algunos oficios artesanos sí eran desempeñados por profesionales, sobre todo, aquéllos que requieren un alto nivel de especialización como zapateros, toneleros, canteros, etc.

Las materias primas para la elaboración de los productos de artesanía se toman del mundo rural , como los cañaverales o la tea (madera del pino canario). (MC)

La relación funcional entre artesanía y mundo rural es indiscutible. En una época en donde la distribución de productos manufacturados era muy limitada, los productos artesanos eran los únicos disponibles para llevar a cabo las diversas actividades de la vida del hombre. Gran parte de las materias primas para la elaboración de esos productos se tomaban del medio natural. La sociedad tradicional grancanaria supo adaptarse a las condiciones naturales de la isla, desarrollando un sistema de aprovechamiento vertical de múltiples productos en múltiples ecosistemas que, a través de la praxis, se fue perfeccionando durante siglos.

En la actualidad, muchos de los oficios artesanos de antaño han desaparecido. Otros muchos se conservan por el empeño de particulares, movimientos asociativos y Administraciones que han apostado por su recuperación como estrategia de revalorización del mundo rural, como es el caso de AIDER o de la FEDAC (Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria).