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  2. URBANISMO CANARIO    
 
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La renovación urbana de las ciudades

Tras la conquista y la construcción de las primeras ciudades, el siglo XIX se va a caracterizar principalmente, por la consolidación y renovación urbana de los dos grandes núcleos de población del Archipiélago, Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife. Esta consolidación de la ciudad abarca desde principios del Siglo XIX hasta mediados de Siglo XX.

Se trata de una época marcada por diferentes acontecimientos a nivel mundial. La Revolución Industrial será el hecho clave para el desarrollo de las ciudades, ya que provocará el trasvase de población del campo a los núcleos urbanos. La ciudad se convierte en el nuevo centro de atracción de capitales. En el siglo XIX se va a producir el desarrollo del capitalismo y el afianzamiento de las ideas de la burguesía, lo que se va a reflejar en profundas transformaciones urbanas en toda Europa. Canarias no será una excepción a ello y, aunque con décadas de retraso con respecto al continente, va a conocer también de estas transformaciones.

Vista general de Las Palmas de Gran Canaria. (TB)   Calle San José, Santa Cruz de Tenerife. (DM)

El auge de las dos capitales canarias

Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria van a tener un crecimiento más acelerado que otros núcleos del Archipiélago, debido a una época de gran esplendor económico, lo que va a repercutir en su crecimiento poblacional y, por lo tanto, en su evolución urbana. A continuación se enumeran una serie de factores claves en el desarrollo de ambas ciudades.

  • La construcción de sus respectivos puertos, pasando a ser entrada y salida de productos para el Archipiélago.

  • Crecimiento demográfico muy acentuado frente al resto de los núcleos poblacionales de Canarias. Motivado por la emigración procedente tanto del interior de sus propias islas, como de las islas periféricas. 

  • A esto hay que añadir, que el burgués terrateniente, asentado hasta ahora en los núcleos rurales, se traslada del campo a la ciudad, como medio de legitimar su posición social y económica. Se trata de la idea del prestigio y reconocimiento social que daba el estar en las ciudades.

  • La división municipal de 1833 permite a la burguesía llegar a los centros de poder local, posibilitándole tomar decisiones acerca del desarrollo urbano de las respectivas ciudades.

  • La Ley de Puertos Francos (1852) y sus repercusiones en el comercio. La Ley posibilitó no aplicar aranceles a las importaciones, reducir los impuestos indirectos o crear tributos locales.

  • La Ley de Desamortización, que permitió la disponibilidad de suelo para el crecimiento de las ciudades. Aunque en el caso de Canarias su repercusión fue menor que en otras ciudades de España.

  • La rivalidad entre los dos núcleos que se concreta en el llamado ‘pleito insular’ y que sume a la burguesía de ambas ciudades en una carrera desenfrenada de superación con el fin de disputarse la capitalidad. En este contexto la arquitectura y el urbanismo se van a traducir en símbolos de grandeza.

  • La posición estratégica de las Islas, a caballo entre tres continentes, favoreció el comercio exterior y la inversión de capitales foráneos. De esta forma, la burguesía terrateniente y aguateniente que exportaba sus productos agrícolas al extranjero provocó que los comerciantes receptores, especialmente los ingleses, se instalarán en el Archipiélago para controlar sus operaciones.

Todo ello trajo como consecuencia la alteración de la trama urbana, surgieron nuevos barrios residenciales y se desarrolló una fulgurante actividad mercantil en torno a los puertos.

La Ley de Puertos Francos de 1852 beneficio el tráfico comercial en los puertos de las dos principales capitales canarias. Esto contribuyó notablemente al crecimiento de las dos ciudades. Muelle de Santa Cruz de Tenerife. (FEDAC)

Los nuevos criterios urbanísticos

La organización del viario de las ciudades del siglo XIX se va a jerarquizar en función de un centro representativo, el núcleo histórico de la ciudad. Entre las ideas que implanta la nueva burguesía local de las ciudades decimonónicas está la concepción de la calle como un elemento social. La calle va a reflejar el nuevo pulso, enfrentando los intereses de los diferentes grupos humanos. Anteriormente, la calle tenía una función más organizativa y práctica. En este siglo se va a convertir en símbolo de prestigio. Por ejemplo, la construcción de los denominados ‘paseos burgueses’, era un diferenciación elitista entre las distintas clases, y al que accedían a ellos determinadas personas de la alta sociedad de la época.

Durante el siglo XIX la calle se va a convertir en símbolo de prestigio social. Alameda de Colón, lugar del antiguo convento de Santa Clara en Las Palmas de Gran Canaria. (FEDAC)

Otro elemento configurador de la ciudad del siglo XIX, y quizás el de mayor repercusión social, fue la plaza pública. Se concibió como un espacio de ocio y esparcimiento, sometido a las normas sociales burguesas. En ella se reunían las gentes que tenían intereses comunes, limitando de esta manera el contacto de personas de distinta procedencia social. Surgieron con esta finalidad plazas como la Alameda de Colón, lugar del antiguo convento de Santa Clara, en Las Palmas de Gran Canaria. En la capital tinerfeña destaca la Alameda del Príncipe de Asturias, actual plaza del Príncipe, sobre la huerta del convento de San Pedro de Alcántara, junto a la Iglesia de San Francisco. Son dos claros ejemplos de lo que supuso la Ley de Desamortización.

En las ciudades marítimas del Archipiélago, las calles ‘mayores’, se disponen en relación con la situación del mar, y se planifican bajo el amparo de las Ordenanzas Municipales. Éstas se elaboraron en 1852 en Santa Cruz de Tenerife y, en 1888 en Las Palmas de Gran Canaria. Las Ordenanzas son fruto de la aparición de nuevas leyes y reglamentos que delegan en los Ayuntamientos las competencias urbanísticas.

Otra característica en este periodo  de las ciudades, desde el punto de vista de su evolución urbana, son las murallas, y más concretamente en el caso de la capital gran canaria. Las murallas se antojan como un elemento limitador de la expansión urbanística, además de innecesarias en una época en que los ataques piráticos habían prácticamente desaparecido.

“Las Palmas de Gran Canaria había precisado sus límites urbanísticos en el siglo XVI, […] por medio de dos murallas que abrazaban y protegían la ciudad de cualquier invasión pirática. La pérdida de esa función durante el siglo pasado (S. XVIII) y, sobre todo, la comunicación de la primitiva ciudad con el naciente puerto de la Isleta, determinó el derribo de la muralla norte y el crecimiento lineal de la población. […] ocasionó el asentamiento de las clases menos pudientes en las laderas de las montañas que rodeaban la urbe […]. Se ofrecía así, una imagen dual de la ciudad decimonónica: de un lado, casas impactantes y de lenguajes cultos situadas en el centro de la población, y amparadas en las Ordenanzas Municipales; de otro, numerosas viviendas hacinadas y desprotegidas de cualquier legislación urbanística que se había regulado en las instituciones de poder de índole burguesa.”

Otros núcleos urbanos

En contraposición al fuerte crecimiento de las dos capitales canarias, el resto de los núcleos urbanos contarán con un crecimiento mucho menos espectacular. Aunque existen algunas excepciones como el caso de Arucas, en Gran Canaria, cuyo progreso urbano se debe al desarrollo agrícola, gracias primero a la cochinilla y después al del plátano. Los otros núcleos urbanos, consolidados ya a principio de la centuria, se van a limitar a la ordenación de lo ya existente, regulando el trazado de las arterias principales.

Aquí también van a cuajar las ideas de la nueva burguesía local. Creación de nuevas plazas y lugares de esparcimientos y ocio. En el caso de los edificios ya consolidados, se limitan a recubrir las fachadas con ornatos decimonónicos, dando un nuevo aspecto de embellecimiento a la ciudad.  Es el caso por ejemplo de La Laguna, La Orotava o Santa Cruz de La Palma.

El núcleo de Arucas, en Gran Canaria, fue de los pocos centros urbanos que se consolido durante el siglo XIX, gracias especialmente al desarrollo agrícola de la comarca. (TB)

La primera mitad del Siglo XX

La primera mitad del siglo XX va a estar marcada por los diferentes hechos que están ocurriendo fuera de las fronteras del Archipiélago. La Primera Guerra Mundial, la crisis económica de 1929, la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, se van a hacer sentir en la economía canaria y, por lo tanto, en la evolución urbanística y arquitectónica de las ciudades isleñas.

Las primeras décadas se van a caracterizar por la continuación de los criterios urbanísticos implantados en la centuria anterior. La trama urbana seguirá su crecimiento conforme a las pautas establecidas por la burguesía local. Aunque hay un hecho clave que va a marcar el devenir urbano de muchas ciudades, especialmente de las dos grandes capitales canarias. Se trata de la aparición de las Sociedades Constructoras, las cuales habían surgido ya en las últimas décadas del siglo anterior. Estas Sociedades eran las encargadas, entre otras cosas, de la construcción de viviendas para las clases menos pudientes que se instalaban en las ciudades, huyendo de un medio rural muy sensible a los cambios económicos a nivel mundial. Es la época de creación de nuevos barrios, polígonos que se situarán sin conexión ninguna en las periferias urbanas.

El gran crecimiento demográfico de las ciudades se explica por su condición de centro de atracción y refugio en los momentos de crisis del sistema productivo. (TB)  

En Canarias, la ciudad actúa como centro de atracción y refugio en los momentos de crisis del sistema productivo. Es por ello que los centros urbanos van a conocer de un gran incremento demográfico. Este progresivo aumento de la población urbana carecía de un plan de ordenación que afrontara la necesidad de viviendas y servicios. Sólo es de destacar las políticas de ensanches que se siguieron en las dos capitales canarias, aunque nada comparable a la dimensión de algunas ciudades peninsulares y europeas. El barrio de Salamanca en Santa Cruz de Tenerifey, los de Arenales y Alcaravaneras en Las Palmas de Gran Canaria, son buen ejemplo de ello.

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