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  14. CANARIAS EN EL SIGLO XIX    
 
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Economía y sociedad

En el plano económico, la promulgación de la Ley de Puertos Francos y el ciclo de la cochinilla determinarán el rumbo de la economía isleña. Más tarde la construcción del Puerto de La Luz en Las Palmas y la introducción del cultivo del plátano y del tomate marcarán una nueva etapa de desarrollo.

Imagen antigua del Puerto de La Luz, Las Palmas de Gran Canaria. (FEDAC/Cabildo de Gran Canaria)

Motines populares

Al socaire de influjos ideológicos, un tanto revolucionarios, procedentes de la Península y de América, empiezan a producirse en las Islas repetidos motines o revueltas populares, que si bien responden a motivaciones diversas, tienen, al parecer, una característica común. En todos los casos se protesta airadamente contra las viejas instituciones y contra los estamentos sociales privilegiados. Hay también un afán reivindicativo por conseguir tierras de cultivo.

En plena Guerra de Independencia se registran conatos de sublevación popular en Fuerteventura y en Aldea de San Nicolás (Gran Canaria). En esta última localidad, los aldeanos pretenden apoderarse de la finca que allí tenía el Marqués de Villanueva del Prado.

En La Orotava las iras del pueblo van dirigidas contra los prisioneros franceses, allí deportados, pero la furia popular también se dirige contra los magnates aristocráticos que hacían distingos y se festejaban con los franceses. También en Lanzarote se registran incidentes de este tipo.

Durante el Trienio Liberal tiene lugar en La Orotava un juicio en el que Matías de Aguilar, presbítero de Garachico, y otras personalidades, son acusadas de conspiración para la independencia de las Islas. Algunos interpretan este hecho como el primer brote independentista del Archipiélago.

Otras revueltas callejeras se sucedieron a lo largo del siglo, al menos hasta la Restauración, motivadas por las rencillas interinsulares o con ocasión de elecciones.

En la Aldea de San Nicolás se produjo uno de los muchos conatos de sublevación popular. Los vecinos intentaron ocupar la hacienda del Marqués de Villanueva del Prado. (MC)

Espíritu liberal

En las capitales de las islas mayores arraiga el espíritu liberal, ya iniciado en las tertulias políticas de matiz enciclopedista de la segunda mitad del siglo XVIII. Las elecciones, que comenzaron a partir de 1836, eran corrientemente falseadas, pues en estos tiempos se creía que en materia de elecciones nada era delito. Las sociedades masónicas, liberales y anticlericales, dominaban gran parte de los asuntos públicos, mientras que en los pueblos del interior los caciques imponían su propio criterio político.

Al producirse la Revolución de 1868 afloran ya los grupos políticos republicanos que tienen en Estévanez y Villalba Hervás dos de sus notables representantes.

Estatua de Fernando León y Castillo. El político grancanario desempeñó la cartera del Ministerio de Ultramar. (GM)

Durante la Restauración alfonsina se configuran, en las Islas, los partidos monárquicos liberal y conservador, que, con su clásico turno de poderes, dominarán la vida pública isleña. En esta época el grancanario Fernando León y Castillo dirigió el partido liberal fusionista, también conocido por «Leonino» . Su dirigente llegó a Ministro de Ultramar y su influencia pesaba mucho a la hora de repartir los cargos públicos en el Archipiélago. Por parte tinerfeña vale la pena destacar a los diputados Domínguez Alfonso y Pérez Zamora.

Los partidos políticos apenas tienen la categoría de tales, más bien son grupos caciquiles cuyos jefes malgastan sus dotes oratorias en atacarse mutuamente, según fuesen de una isla u otra, en aras de la rivalidad tinerfeño-grancanaria. Sólo en contadas ocasiones unen sus esfuerzos para la consecución de un logro común; una de ellas fue cuando se consiguió la ansiada Ley de Puertos Francos.

La desamortización en canarias

Entre 1836 y 1870 se produce en Canarias, al igual que en toda España, un proceso político y económico de signo liberal que los historiadores han dado en llamar desamortización. Etimológicamente significa quitar los bienes a las manos muertas o improductivas. Se trataba de poner en producción fincas urbanas o rústicas, expropiadas al clero y a los municipios, para su posterior venta al mejor postor en pública subasta.

La desamortización eclesiástica en el Archipiélago afectó a más de 1.715 fincas, la mayor parte de ellas rústicas, pertenecientes a las órdenes religiosas. Estas fincas, como es lógico, fueron a parar a manos de la burguesía terrateniente y mercantil, única capa social capaz de comprarlas.

La desamortización civil, la de los bienes comunales hasta ahora administrados por los municipios y cabildos, llevada a cabo entre 1855‑1870, fue más asequible a los bolsillos de los pequeños y medianos propietarios que pudieron adquirir algunos de estos terrenos.

Tanto en uno como en otro caso, la desamortización, si bien dinamizó el mercado de compra–venta, no resolvió el problema de los campesinos sin tierras, al contrario, en muchos casos se vio agravado al pasar a propiedad particular tierras que hasta ese momento podía utilizar la comunidad (aprovechamiento de pastizales y de leña por ser bienes del común o propios del cabildo).

Enseñanza

La enseñanza reviste caracteres sombríos. Hacia 1834, sólo un ocho por ciento de la población sabía leer y escribir y la mitad aproximadamente de los pueblos seguían sin escuelas. Después de 1880 el panorama cambió algo, pues ya se contaba con 238 locales para la enseñanza, aunque ésta era de baja calidad.

En enseñanza media, funcionaban las escuelas de comercio y náutica en Santa Cruz de Tenerife.

En enseñanza superior, Fernando Vll crea, hacia 1816, la primera universidad estatal del Archipiélago, también llamada Universidad de San Fernando en honor del rey, con sede en La Laguna. Pronto dejaría de funcionar por falta de fondos. En 1844 queda suprimida y se funda el primer Instituto de Canarias, emplazado en el viejo convento agustino de La Laguna.

Fue en 1913 cuando se volvieron a reanudar las clases universitarias en el convento de los jesuitas, hasta 1927, en que se crea la verdadera Universidad actual de La Laguna como centro del duodécimo distrito universitario de la nación .

Edificio de la vieja Universidad de San Fernando en la calle San Agustín de La Laguna. (ER)

Evolución economía

Las exportaciones de vinos, en 1812, alcanzan cotas muy altas . Inglaterra, al tener cerrado el mercado mediterráneo por la guerra continental que sostenía con la Francia napoleónica, vuelve a comprar nuestros vinos. Pero la excesiva oferta y el fin de la guerra acaban definitivamente con el negocio vinícola. Fue entonces cuando el Puerto de la Cruz llegó al cenit de la opulencia. La independencia de las colonias americanas supuso, por otro lado, un duro golpe a la economía de las Islas, al quedar interrumpido el comercio de ultramar.

La seda y el tabaco, que habían sido introducidos en el último tercio del XVIII, se extienden por algunas islas, aunque con bajos niveles de producción.

La cochinilla es un parásito que crece en las tuneras, o chumberas, y del cual se extrae un tinte llamado carmín. (SG)

El cultivo del siglo fue la cochinilla, cuyo ciclo empezó hacia 1830 y durará hasta las últimas décadas del siglo. El insecto o grana de la cochinilla, originario de México, fue traído a las Islas desde Cádiz por un tal Quintero. El cultivo se extendió por todas las islas, especialmente por las tierras del sur. El momento culminante de su producción se da entre 1855 y 1870. En este último año, se llegaron a recoger hasta tres millones de kilos .

Este desarrollo es atribuible a las recién estrenadas franquicias de los puertos canarios, otorgadas en 1852 por Bravo Murillo, siendo ministro de Isabel II, que abrieron mercados en el occidente europeo. Su ruina viene ocasionada por la aparición en el mercado de las anilinas.

Sabino Berthelot, eminente naturalista y cónsul de Francia en Canarias, hizo traer de la Cochinchina una variedad de plátano de singular éxito en las Islas.

Hundido el negocio de la cochinilla, se pensó en el plátano como cultivo dominante. A este fin, Sabino Berthelot, cónsul de Francia en Canarias y eminente naturalista, hizo traer de la Conchinchina una variedad de plátano de singular éxito en las Islas. Serán, sin embargo, los ingleses los que fomentarían su cultivo.

Desde 1888, fecha de la desaparición del cultivo de la cochinilla, hasta la primera década del siglo XX, sobreviene un marasmo económico, pues el plátano y el tomate, nuevos cultivos de exportación, aún no se han afianzado en las Islas. Ante la incertidumbre, muchos agricultores orientan sus plantaciones al consumo propio e insular.

Así vuelve el cultivo de la caña de azúcar a las islas de Gran Canaria, Tenerife y La Palma, a costa de un fuerte gravamen en las importaciones de este mismo producto, ya que la producida en estas islas no cubría el abastecimiento total. En suma, tras la crisis de la cochinilla, junto con el vino, productos casi únicos de exportación, se produce una orientación hacia los nuevos cultivos de mercado que dominarán las exportaciones durante todo el siglo XX: el plátano, el tomate y las papas. Además, entre fines del siglo XIX y principios del XX, se intensifica la presencia inglesa en las Islas, sobre todo en la ciudad de Las Palmas, a través del control de las nuevas exportaciones agrícolas y de las importaciones de bienes de equipo y de consumo. El comercio, en los dos principales puertos canarios, estuvo dominado por empresas o familias inglesas como Alfred y Jones, la casa Miller, los Hamilton, Fyffes y otras consignatarias o navieras.

Flota de camiones de la Casa Fyffes. Las Palmas de Gran Canaria. (FEDAC/Cabildo de Gran Canaria)

Otros cultivos, dirigidos al autoabastecimiento insular, que predominan en esta época, son las papas y el trigo en los suelos húmedos del norte, así como el centeno y los boniatos (batatas) en las tierras pobres del sur y suroeste. Las higueras, vides, tuneras, además del ganado caprino, fundamentalmente, completan los recursos del momento.

La población

De los casi 200.000 habitantes con que contaban las Islas a principios del XIX, se pasa al término de la centuria a unos 358.000. La población creció enormemente a pesar de las epidemias y la emigración.

El crecimiento vegetativo es superior a la media nacional, desde el primer censo oficial de 1857, y el ritmo se mantiene constante, pues sólo parece estancarse entre 1878 y 1887 como consecuencia de la crisis de la cochinilla .

La emigración volvió a abrirse sin trabas, y con mayor fuerza entre 1840 y 1895. Lo que impulsaba al isleño a abandonar su tierra era la falta de trabajo, ya que la débil estructura agraria, el exceso de población y la ruina del cultivo de la cochinilla ensombrecen el panorama económico .

El destino de los emigrantes canarios es América, especialmente Cuba, que absorbe la casi totalidad de aquéllos, Venezuela y Puerto Rico. Las condiciones en que viajaban hasta allá eran deplorables, pues el viaje duraba unos 25 ó 30 días y el trato y la comida recibida eran muy malos.

Entre las calamidades públicas que sufren las Islas en este siglo, merecen atención las epidemias de fiebre amarilla de 1810 y 1862; esta última se extendió fuertemente por Tenerife. El cólera de 1851 produjo también gran mortandad en Gran Canaria. Un aluvión, acaecido en 1826, asoló los pueblos del Valle de La Orotava y aledaños.

En 1812 —esta vez fue una plaga— las langostas destrozan los cultivos; fue tal la invasión que «oscurecieron el sol, que caía como lluvia el excremento de la cigarra» .

En 1887 se produce la crisis del cultivo de la cochinilla. Muchas familias se ven obligadas a emigrar a América, especialmente a Cuba y Venezuela. Imagen antigua de la recogida de la cochinilla. (FEDAC/Cabildo de Gran Canaria)
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