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  1. MUNDO Y VIDA DE LOS ANTIGUOS CANARIOS    
 
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LA FORTALEZA DE CHIPUDE (LA GOMERA)*

YACIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS SINGULARES DE LAS ISLAS CANARIAS

 

La Fortaleza de Chipude es una montaña amesetada, situada a 1.243 metros sobre el nivel del mar, junto al caserío de Pabón, cerca del barrio de Chipude (Vallehermoso), del que recibe su nombre y el de fortaleza, por su estructura que le confiere un indudable carácter inexpugnable.

El yacimiento fue descubierto por el Dr. Juan Bethencourt Alfonso, en 1881, quien a juzgar por los hallazgos la consideró una montaña sagrada. Y resulta de gran interés su información para conocer el estado en el que se encontraban las estructuras arqueológicas allí existentes, compuestas por una serie de recintos, de los que algunos los consideró viviendas. Eran de forma circular, con paredes de 1m de espesor, sólidamente edificadas, con unas dimensiones que oscilaban en torno a los 3 m de diámetro, por 1,5 m a 2 m de altura. Otras estructuras las clasificó como corrales, destinados a encerrar un número reducido de reses menores. Y asimismo da cuenta de una serie de recintos en los que documentó restos óseos de animales de pequeño tamaño que habían sido quemados, interpretándolos como recintos para la celebración de rituales. A otros conjuntos los llamó pireos, de los que

[…] uno de ellos es de forma elíptica, de metro y medio de largo por noventa y cinco centímetros de ancho, orientado su eje mayor de norte a Sur, y de paredes de un metro de alto, formadas con piedras largas, gruesas, muy bien dispuestas y quemadas por el fuego; la cavidad del pireo disminuye de diámetro a medida que se aproxima al fondo, donde termina en una especia de pileta, y por el poniente está ceñido por una pared, en parte derruida y de forma semicircular, cuyos extremos mueren en el mismo borde del risco.   

Lo más significativo de estos recintos es que en uno de ellos encontraron trozos de huesos de cabra y de cabrito calcinados, cuchillos de piedra, al parecer de fonolita, con los que sacrificaban las reses; pedazos de carbón y de leña casi carbonizada que juzgamos son de brezo o tagasaste, y una piedra del tamaño de una naranja, redondeada por la mano del hombre y medio quemada, que ignoramos a que uso se destinaría.

Por su parte, el antropólogo francés R. Verneau describió este lugar como

[…] una explanada que mide alrededor de un kilómetro, de Norte a Sur, y 500 metros de Este a Oeste, se encuentran recintos circulares de tres metros de diámetro interior, circunscritos por muros de piedras secas de un metro de espesor. Al lado existen otros recintos mucho más pequeños. A una corta distancia se ven montículos de piedras que ofrecen al centro una cavidad en forma de embudo. Esta cavidad contiene cenizas, carbón, madera carbonizada en parte y huesos de cabra y de cabrito, que sufrieron la acción del fuego. Seguramente se trata de un lugar sagrado, completamente comparable al de la isla de El Hierro. Los grandes recintos servirían de viviendas a los sacerdotes o a los guardianes de animales sagrados, a los que mantenían encerrados en los pequeños establos. Los montículos de piedras, con la cavidad interior, no eran otra cosa que hornos, o más bien altares de sacrificio.

Sobre este yacimiento no se había vuelto a expresar ninguna opinión hasta que en los años sesenta H. Nowak del Institutum Canarium de Hallein (Austria) de nuevo lo valoraría como territorio sagrado, revitalizando así la polémica sobre la finalidad de estas estructuras.

En 1973 M. Pellicer realizó excavaciones en este monumento, rechazando cualquier adscripción de significación religiosa. Las construcciones existentes allí fueron interpretadas en su conjunto como propias de una ocupación habitacional, por lo que algunos de los recintos los consideró como cabañas, de las que se localizaron seis. Son de forma circular con dos o tres paramentos, con un diámetro que oscila entre 2,10 y 4 m, que se podrían comparar con las de semejantes características que J. Bethencourt clasificaba también como viviendas. E interpretó como rediles algunas pequeñas construcciones con planta de tendencia rectangular, con compartimentos interiores irregulares de dimensiones que oscilaban entre 3 y 5 m de diámetro.

Otros restos los agrupa bajo el término genérico de cabaña-redil, de los que se excavaron dos. Eran de tendencia oval con ejes máximos de 10,50 m y 12,30 m, con abundantes compartimentos interiores. Algunos eran estériles y en otros se documentaron restos de cerámica, hojas de basalto y huesos quemados. Otras estructuras fueron clasificadas como cabañas-abrigo u hogares, de los que se excavaron seis. Se trata de círculos con ejes de uno y tres metros, y una profundidad máxima de 0,50 m. Se destaca de ellos que se agrupan en la zona S., junto al profundo escarpe de Erque. Los hallazgos se reducen a carbón, huesos quemados y cerámica, habiéndose presentado estériles dos ejemplares. Estos supuestos hogares habrían sido excavados anteriormente o tendrían como función guardar alguna cría de ganado. Su porcentaje con respecto al total de las estructuras estudiadas se eleva a 23,33 por 10. El análisis radiocarbónico sobre muestras vegetales aportó una datación correspondiente al último tercio del siglo V de la Era, fechándose en el 470-60.

Los lugares que como éste plantean problemas interpretativos deben ser objeto de revisiones arqueológicas a la luz de otras informaciones complementarias. Los nuevos descubrimientos en los que se pueden inferir características semejantes al que nos ocupa, así como el mejor conocimiento que hoy se posee de la prehistoria de la isla, hacen aconsejable reabrir esta discusión. Por nuestra parte, y a la luz de algunos de esos nuevos conocimientos, nos inclinamos por pensar que estamos, como ya se había planteado desde el siglo pasado, ante un yacimiento que puede definirse como un espacio religioso, centro de culto, montaña sagrada, territorio sagrado, entre otros calificativos posibles, pero en ningún caso podría explicarse como zona destinada a viviendas para una ocupación permanente o ni tan siquiera estacional.

La propuesta de considerar al lugar como un espacio sagrado es, a no dudarlo, igualmente discutible, por lo que propondremos algunos argumentos. La existencia de recintos de pequeño tamaño, los denominados pireos u hogares, en donde se documentan restos óseos de animales pequeños calcinados en su interior, han sido comprobados en otras zonas de la isla, como en los altos del Garajonay, o en la parte superior del Roque de Agando. Similares a éstos se conocen también en la isla de El Hierro con la denominación de aras de sacrificio. Según el testimonio de unos aficionados, en algunos de los amontonamientos de piedras existentes en La Fortaleza encontraron una vasija entera oculta entre las piedras. La presencia de recipientes cerámicos o materiales de otro tipo ocultos entre piedras, son conocidos en Tenerife con el término de escondrijos, muy frecuentes en Las Cañadas del Teide, pero en el yacimiento existen otros aspectos, como el hallazgo de cazoletas en la base Sur de la montaña, que junto con una de pequeño tamaño y algún grabado que se localiza en su acceso, obliga a revisar su destino para definir mejor todas las hipótesis con las que se ha pretendido explicar este yacimiento. 

* TEJERA GASPAR, A. (2008) Primera parte: Arte rupestres de las Islas Canarias, Yacimientos Arqueológicos Singulares de las Islas Canarias (112-113); en TEJERA GASPAR, A., JIM�NEZ GONZ�LEZ, J. J. y ALLEN HERN�NDEZ, J. 2008: Las manifestaciones artísticas prehispánicas y su huella. Santa Cruz de Tenerife-Las Palmas de Gran Canaria, Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias.