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  13. EL SIGLO XVIII EN CANARIAS    
 
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Informe presentado a la Real Audiencia ...

Informe presentado a la Real Audiencia sobre el modo de efectuar el repartimiento de los bald�os realengos de las Islas Canarias

Don Carlos, por la Gracia de Dios Rey de Castilla, de Le�n, de Arag�n, etc. A vos, el Regente y Oidores de nuestra Real Audiencia de Canarias, Salud y Gracia. Sabed que con ocasi�n de cierta instancia en que se solicitaba la gracia de trescientas fanegas de tierra del Monte Lentiscal en la jurisdicci�n de esa Ciudad y paraje llamado la Hoya de las Arenillas, se enter� Nuestra Real Persona por medio de los informes que tuvo a bien se tomasen en el asunto, de que por reales C�dulas de los a�os de mil cuatrocientos y ochenta, mil cuatrocientos noventa y dos y mil cuatrocientos noventa y cinco, se mand� al Gobernador de esa Isla que acotando del Monte lo que fuese necesario para propios del Consejo y pasto com�n, repartiese lo restante entre los avecindados o que pasasen a avecindarse en la misma Isla. que aunque por otra Real C�dula de diez y nueve de julio de mil quinientos veinte y tres se mand� que dicho Monte sirviese de pasto com�n para siempre, no han dejado de hacerse en tiempos posteriores varios [repartos] por ese Ayuntamiento y a�n de veinte a�os a esta parte se han hecho por el nuestro Consejo distintas concesiones en dicho terreno como de Monte Realengo, precediendo informes y audiencia instructiva d la dicha Ciudad, a cuyos Propios se adjudic� el canon impuesto a los agraciados. Que aunque contra estas concesiones se propusieron anuncios de malos efectos por la falta de ganados y de madera, que es a lo que se redujo la oposici�n que hizo la ciudad, ha mostrado la experiencia la ninguna solidez de tales anuncios, porque despu�s de dichas concesiones y los consiguientes rompimientos no ha menguado el Ganado..., y sin poner en ejecuci�n el repartimiento las remit�is originales a nuestro consejo, para su aprobaci�n, informando al mismo tiempo qu� canon o pensi�n en grano o en dinero podr� regularse e imponerse por cada fanega que se labre, con lo dem�s que en su saz�n se os ofreciere y pareciere. Que as� es nuestra Voluntad.