Buscar
Búsqueda avanzada
  13. EL SIGLO XVIII EN CANARIAS    
 
<
    Índice de contenidos
    Temas relacionados
    Enmarque del tema
    Complementos
    Material multimedia
      Imágenes
      Videos
      Animaciones
 
    Léxico
    Artículos de ampliación
    Aportaciones externas
    Notas eruditas
    Orientaciones y debate
    Bibliografía

Hambruna, calamidad, emigraci�n ...

Hambruna, calamidad, emigraci�n y desolaci�n de Fuerteventura por tres a�os de pertinaz sequ�a

Pero por desgracia hab�a habido mucho descuido en fortificarlas contra un enemigo dom�stico, infinitamente m�s atroz que todos los enemigos de la corona y que ya estaba acostumbrado a hacer en ellas los mayores estragos. Habiendo la falta de lluvias (siempre seguida de los horrores de la escasez, el hambre y desolaci�n) continuado por tres a�os sobre Fuerteventura, renov� en ella el triste espect�culo que se hab�a representado en los primeros a�os de este siglo. Aquellos pobres habitantes, como ahuyentados del azote del cielo, abandonaron la est�ril patria y en varias cuadrillas se derramaron por las dem�s islas para buscar el sustento necesario. Algunos pasaron primero a Lanzarote, pero, hall�ndose bien presto los lanzarote�os casi en igual calamidad, se vieron estas familias consumidas de sed y hambre, desembarcar como langosta en los puertos de Canaria, Tenerife, Palma y a�n del Hierro. Las naves que sol�an volver de Fuerteventura llenas de cebada y de trigo no llegaban sino cargadas de hombres, mujeres y ni�os expatriados y macilentos. Qued� la Isla enteramente indefensa, y hubiera sido presa de cualquier pirata, si por desgracia se hubiera ofrecido invadirla. Para esta transmigraci�n hab�an vendido sus heredades a vil precio, despu�s de haber visto perecer sus mejores ganados y haber comido los animales inmundos. Era objeto que hac�a gemir ver tantas personas mal vestidas y descarriadas mendigando a voces el pan por las calles, plazas e iglesias.

El Hierro, a pesar de la abundancia en ganado, sufr�a fuertes hambrunas, sobre todo en los a�os de sequ�a, lo que obligaba a sus habitantes a emigrar a otras islas o a Indias.

La Palma tambi�n pasaba por fuertes temporadas de escasez de alimentos b�sicos, tal vez porque, como ocurr�a en Tenerife, las mejores tierras de cultivo, con agua disponible, se reservaban a la ca�a de az�car y a la vi�a, si bien dedicaban ya algunas tierras al millo.

Concluyendo, se puede afirmar que todas las islas sufrieron las consecuencias de la carest�a, pero las menos dependientes del exterior en alimentos b�sicos sobrellevaron mejor la situaci�n. Tambi�n es importante el inter�s puesto por los cabildos insulares en la soluci�n de las hambrunas, previni�ndolas con la creaci�n de alh�ndigas o p�sitos, y que el millo se hab�a convertido en alimento b�sico de los pobres.

A veces, dice Jorge Glas, ?en �pocas de escasez de ma�z los nativos hacen un buen pan de ra�ces de helecho; nunca com� esa especie de pan aqu� (se refiere a La Palma) pero s� lo hice en la isla de La Gomera y no lo encontr� inferior al de harina de trigo?.