La producción de arquitectura turística en las Islas es rica y variada. El boom constructivo se dio entre las décadas de los sesenta y setenta, y originó un desordenado urbanismo de las poblaciones del litoral isleño. La arquitectura que generó la gran afluencia de turismo es reflejo de una de las mayores fuentes de ingresos de las Islas. Las ciudades que reciben la mayor cantidad de turistas no tienen un modelo determinado de construcción.
Debido a la especulación se suele optar por una arquitectura barata. A pesar de la afirmación sobre la necesidad de reinventar una cierta tipificación de la arquitectura para disfrute de los visitantes, con el peligro que conlleva acercase a la estética ‘Disney’ a lo parque temático, que puebla las costas de imitaciones de los conjuntos urbanos y arquitecturas de los centros históricos insulares.
A pesar de esto, hay excepciones provenientes de una riquísima arquitectura turística producida en los años sesenta y setenta. Edificios que se convierten en modelos como el Hotel Fariones en Playa Blanca (Lanzarote, 1967) de Manuel Roca. También es importante la intervención en el palmeral de Maspalomas de Corrales, Molezún y de la Peña. El Hotel Oasis (1965), un edificio de gran rigor geométrico con fachada de paneles de piedra volcánica y grandes terrazas y persianas.
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El Hotel Fariones en Lanzarote, obra de Manuel Roca, se convirtió en un emblema de la arquitectura orientada al turismo que se desarrolló a finales de los sesenta y principio de los setenta del siglo pasado.
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Así mismo, el complejo TEN-BEL (1977), de los arquitectos Díaz-Llanos y Saavedra, en el sur de Tenerife ya nombrado, es un ejemplo importante del equilibrio entre arquitectura y turismo. En la Costa del Silencio (Tenerife) y en Lanzarote desde mediados de los años setenta se construye ya de una manera diferente. Ya no son edificios unitarios a modo de gran bloque, sino que se desarrolla todo el complejo en unidades modulares, en baja altura, siguiendo esquemas en anillo, donde la privacidad y el valor del espacio íntimo, los contrastes de luz y sombra, son la norma.
Un ejemplo interesante es el Aparthotel Maravillas (1967-70 Arona) también de Saavedra y Díaz Llanos, de perfil escalonado y más compacto, pero que resume todas las virtudes estéticas, funcionales, ambientales y tecnológicas de estas arquitecturas.
En el caso de Lanzarote, las intervenciones de Eduardo Cáceres y César Manrique se mueven en torno a la puesta en valor y uso de ciertos espacios fascinantes resultado de la actividad volcánica de la isla. Así, los Jameos del Agua (1964-67), y el Restaurante Timanfaya (1970) o el Mirador del Río (1973), toman como modelo el paisaje envolvente lo que unido a un sabio uso del material y la técnica, consiguen recrear un diálogo entre naturaleza, arte y turismo. Son edificios modélicos para un turismo sostenible.
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El genial artista lanzaroteño César Manrique llevó a cabo numerosas obras donde, tomando como modelo el paisaje, consigue recrear un diálogo entre la naturaleza, el arte y el turismo. Jameos del Agua, Lanzarote. (FT) |
Así que gracias a la existencia de la E.T.S.A de Las Palmas y del COAC, la arquitectura desde los ochenta hasta la actualidad no es una disciplina aislada. Ahora arquitectura, urbanismo, paisaje, sostenibilidad y equilibrio son conceptos ligados para siempre. Como muestra en 1987, la revista Basa que publicó un Manifiesto denunciando por un lado la destrucción del territorio y desaparición del patrimonio, y por otro abogando por actitudes conocedoras de nuestras condiciones paisajísticas, por la investigación y difusión renovadoras, por el entendimiento de la arquitectura como fenómeno cultural a la que acercarse de un modo realista y humilde. Un manifiesto que está en contra de la especulación del suelo y de la repetición de manera seriada de modelos constructivos sobre las Islas.
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