En esta década, la obra de Tony Gallardo (Las Palmas, 1929-1996) da un giro y pasa del hierro a la piedra, muy próximo al minimalismo norteamericano. A mediados de los años cincuenta se vio obligado a emigrar como otros tantos canarios a Venezuela. Al regresar al Archipiélago siente la necesidad de movilizar el panorama artístico. Comprometido social y políticamente, en los años de la dictadura, reivindicó lo autóctono y la defensa del artista canario.
Tony Gallardo, motivado por el deseo de recuperar las raíces isleñas, recorre barrancos y playas en busca de piedras, creando una obra con un lenguaje minimalista y con una fuerte carga vernácula. Destacan «Magmas» (1979-1980) y «Callaos» (1977-1981).
En «Magmas», la apariencia de la lava se contrasta con la rigidez geométrica. Perfora el material dotándolo de un componente espacial. La incidencia de luces y sombras proyectan diferentes volúmenes. La intención constructivista muestra el referente en estas obras. En 1978 realiza su primera exposición individual en Madrid, con un notable éxito que le hará quedarse un tiempo en la capital. Regresa a Canarias para ejecutar numerosos encargos, y en sus últimas obras destacan la escultura monumental hecha con lava «Atlante» instalado en los acantilados de El Rincón en Las Palmas (1986) y la serie «Volcán y mar».
Imágenes cedidas por la familia del escultor. (Tony Gallardo)
Martín Chirino (Las Palmas, 1925) uno de los artistas más destacados en el panorama escultórico canario. Alumno de Manolo Ramos en la ciudad de Las Palmas, viaja a Madrid y es allí donde contacta con uno de los artistas más destacados del momento, Ángel Ferrant. También se traslada a Paris y Londres, y cuando regresa a su isla, comienza a indagar en el campo de la abstracción.
Forma parte del grupo ‘El Paso’, al que también perteneció Manolo Millares, defendiendo los nuevos postulados artísticos, a la vez de dar nuevos aires al arte que se hacía en España.
Se puede observar su incansable investigación de la cultura prehispánica canaria, así como los signos de identidad que ha sabido incorporar al terreno artístico. Sus referentes son la mujer (serie Lady), el animal (el pájaro, en Aeróvoro) o el paisaje (Paisajes y Mediterráneas). Los afrocanes remiten al hombre primitivo, y la espiral, símbolo indiscutible en su obra, resume todos los demás: viento, agua, fertilidad, etc.
En la década de los setenta viaja con regularidad a EEUU, alternando sus investigaciones formales con la colaboración en diversos grupos así como la elaboración del Manifiesto de El Hierro. Su obra evoluciona hacia un compromiso y estudio del legado cultural canario.
Las tres últimas series en las que trabaja son «Afrocán», «Penetracán» y «Crónica del siglo XX. Las esculturas de «Afrocán» son el reflejo del Manifiesto del Hierro, por ser el fruto de la inspiración canario-africana que defienden los firmantes. Trabajadas en hierro forjado, el artista muestra una nueva versión de sus ‘vientos’. Las espirales se cierran dejando abierto el núcleo central para crear con el resto una masa compacta que recuerda a las máscaras africanas. ”En Afrocán la espiral de la base se despliega, maciza, en un óvalo que parece mirarnos con la mirada ciega pero escrutadora de un tótem”.
En «Penetracán», a semejanza de la estatuaria africana, sitúa el mundo en una continuidad y densidad temporal que el hombre penetra. Introduce la barra vertical creando dos zonas espaciales. En «Crónicas del siglo XX», realiza algunos trabajos figurativos y retoma parte de las influencias de su primera etapa (Gargallo, o Julio González).
Una gran parte de su producción escultórica está destinada a la realización de obras monumentales para espacios públicos. Entre sus obras más representativas de los últimos años destaca «Lady Harimaguada» (1996) que se encuentra ubicada en la entrada de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, en ella muestra una nueva versión de sus figuras femeninas recostadas, de una gran belleza plástica y monumentalismo.
Entre sus proyectos más ambiciosos de Martín Chirino, se encuentran los que realiza en 1999 para el Parlamento de Canarias, la potente espiral que decora la cubierta del edificio o la escultura «El Pensador», instalada en el campus universitario de Tafira.
Al igual que Eduardo Chillida juega con el espacio y estudia la ubicación de sus obras, explora conceptos como el vacío y volumen, el juego de luces y sombras y muestra una gran flexibilidad con los materiales que utiliza.
Sus obras las podemos encontrar en numerosas colecciones privadas y públicas de todo el mundo, además de haber recibido numerosos galardones que le sitúan como un referente internacional dentro del mundo de la escultura.
A lo largo de su carrera ha tenido numerosos reconocimientos y premios, en 1980 recibe el Premio Nacional de Artes Plásticas, en 1982 es elegido presidente del Círculo de Bellas Artes, tres años más tarde le sería concedida la Medalla de Oro de Bellas Artes y en 1989 acepta el reto de la dirección del CAAM, dimitiendo en 2002.
Se puede observar en su obra una profunda corriente mágica, la máscara y la espiral son elementos que representan ese lado misterioso de la cultura canaria y que tanto ha proyectado en sus obras. En su discurso, hay un compromiso con la realidad insular y la proyección universal.
José Abad (La Laguna, 1942) muestra en el transcurso de los años setenta y ochenta, una gran creatividad plástica. A pesar de la intensa actividad en estos años, da importancia a la conciencia espacial y a la realización de obras para el espacio público. Retoma el material con el que comenzó su carrera, el metal, teniendo como ejemplo la obra «Paisaje para un Homúnculo» (Homenaje a Millares).
A finales de los setenta comienza una etapa en la que pretende dar un nuevo discurso basado en el juego de las apariencias e ilusiones, fantasía y ornamentación. No plantea una recuperación historicista del barroco, su objetivo es acomodar todos los mecanismos creativos dentro de un lenguaje y sensibilidad barroco atemporal. Para ello utiliza elementos mecánicos industriales además de formas y molduras que proceden del arte religioso y decorativo. Trabaja la madera y crea aparatosos retablos pintados de negro, como el «Retablo de San Blas» (1978). Destaca la serie «Espejos», con repisas animalísticas de aves disecadas, y utiliza objetos de desecho.
En los años noventa su obra da un giro importante, teniendo como mejor ejemplo los Guanches de Candelaria, proyecto que emprende en 1991 y termina en 1993. Encargo que surge tras la iniciativa del Ayuntamiento de Candelaria, de sustituir las figuras de los menceyes guanches realizados por Alfredo Reyes Darias. Debido a la erosión y al salitre se acuerda la restauración de dichas esculturas para su posterior ubicación en otro lugar del municipio y la realización de nuevas esculturas en bronce.
Es un momento de investigación en el que ahonda en las raíces de la escultura así como la expresión figurativa de sus obras. Desarrolla una vuelta al primitivismo dando importancia a la recuperación del modelado. Supuso un importante reto para el artista, pues “acepta desarrollar un conjunto escultórico desde las coordenadas establecidas por el promotor y, […] bucear en el pasado para poder dar a las figuras la apariencia física de los aborígenes guanches […]”. José Abad sustituye las diez figuras que había esculpido Reyes Darias por nueve, basándose en el informe emitido por Jesús Hernández Perera.
Viaja a Italia para estudiar la estatuaria clásica, analiza las momias guanches que se encuentran en el Museo Arqueológico de Tenerife, así como la indumentaria y la cultura material aborigen. Recurre a las fuentes y al mito sobre la apariencia física de los primeros pobladores de la Isla, y esculpe colosales estatuas que destacan por la robustez de sus cuerpos así como por la altura de los menceyes.
Mientras Reyes Darias muestra a unos menceyes bajos de estatura, paticortos, con una gran similitud entre ellos y sin mayor atisbo de fuerza corpórea, José Abad realiza una obra espectacular en su conjunto, con un meticuloso estudio de la fisonomía de cada mencey así como de sus ropajes y utensilios. La fuerza que desprende cada mencey denota su estatus y presencia en la cultura canaria, como cita Ángeles Alemán son “una especie de kuroi con nombres de menceyes”. Unas mismas ideas que se reflejan en el Mencey Bencomo que preside la Avenida de los Menceyes en La Laguna.
Los escultores que más destacan en los setenta y que continuarán trabajando en décadas posteriores son los siguientes:
Juan Bordes (Las Palmas, 1948). Uno de los artistas canarios de estos últimos años, más completo. Desde muy pronto marcha a Madrid para formarse e iniciar sus estudios en Arquitectura. Prosigue su aprendizaje en cerámica, escultura y pintura, y a lo largo de su carrera practica el dibujo, el grabado y la fotografía. Sigue los parámetros de la nueva figuración y lleva al terreno escultórico la tendencia expresionista.
Juan Bordes, Gran estudioso de la anatomía humana, retuerce las figuras en el espacio, y toma apuntes de los rostros que contempla en la calle o en los metros. Es un conciliador del clasicismo y expresionismo, siente predilección por la obra de Cánova y Rodin. En sus últimas obras trabaja a gran escala, generando figuras que modela en malla metálica y talla directamente sobre resina de poliéster. A finales de los 70 realiza una nueva serie llamada «Obelisco», en ella hace una reflexión sobre la esencia de la escultura. En sus últimas obras centra su preocupación por la mitología clásica, constituyendo el eje de su obra en estos momentos, por ejemplo, «El bañista» (1980). Utiliza el termoplástico para crear sus obras «Cuerpo- Arquitectura» (1995), en la que renueva la concepción de la estatuaria, libre de dogmatismos y dando importancia a la figura humana, al movimiento y a su concepción en el espacio.
Leopoldo Emperador Alzola (Las Palmas, 1954). Está considerado uno de los artistas más importantes de esta generación. Fue miembro de ‘Contacto I’ participando de forma activa en sus exposiciones. Su obra se enmarca en lo que se denomina arte conceptual con la realización de instalaciones artísticas, faceta que resulta inédita en Canarias.
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«Sicómoro II» de Leopoldo Emperador Alzola. |
Influenciado por Juan Hidalgo, uno de los pioneros en la introducción de nuevos lenguajes artísticos en España, investiga la luz artificial con tubos fluorescentes, «Inner Light» (1979) que abandona posteriormente para trabajar con el neón. Siente admiración por el arte póvera y los neones de Mario Merz, destacan sus series «Albero» (1980) y «Electrografías» (1981). La dualidad naturaleza-artificio es constante en la carrera Leopoldo Emperador, utilizando diferentes materiales y técnicas. Actualmente ha abandonado sus instalaciones de tipo conceptual para dedicarse a la escultura, utilizando hierros reciclados de los muelles de Las Palmas. Uno de sus últimos proyectos ha sido «Atlantic Junction».
Pedro Garhel (Puerto de la Cruz, 1952). Dedicado a la expresión corporal, su obra va unida a la de su compañera Rosa Galindo. Decide marchar a Madrid, y allí comienza a realizar sus perfomances, surgidos del azar y en relación con el estado psíquico del ser. Estas perfomances son el reflejo de las vivencias del artista representando la liberación del hombre del mundo material. Destacan «Desayuno sobre la hierba» o «Presencias I, II y III». Además, Pedro Garhel, ha realizado video-instalaciones, y espectáculos multimedia dentro del grupo que formó en Madrid, «Espacio P». |