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  13. EL SIGLO XVIII EN CANARIAS    
 
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Relaciones entre España, Inglaterra y Portugal

DATOS DE ENMARQUE: Los Reyes  (Borbones) del siglo XVIII: Felipe V (1700), Fernando VI (1746), Carlos III (1759) y Carlos IV (1788). Con Felipe V se introdujo el refinamiento francés y el centralismo. Con Fernando VI, se desarrolló una política de neutralidad ("paz con todos, guerra con ninguno") y de organización de la Hacienda y de la Armada. Con Carlos III, la Ilustración; el desarrollo del comercio y comunicaciones; guerra contra Inglaterra. Con Carlos IV, la guerra de la Independencia frente a las tropas de Napoleón.

El siglo XVIII supuso, en España, el cambio de dinastía monárquica. Los Austrias son reemplazados por los Borbones.

En Canarias, la crisis económica y política que venía del siglo anterior permanecerá estancada durante toda la primera mitad del siglo XVIII. Las cosas empezaron a mejorar en el reinado de Carlos III con intentos por buscar alternativas a la decadencia del vino o iniciativas en busca de nuevas fuentes de riqueza gracias a las Sociedades Económicas de Amigos del País.

Con la proclamación de Felipe V en 1700, comienza la era de los borbones en España.

Ocupaba la Capitanía General de Canarias el general Otazo, cuando tuvieron lugar los actos oficiales de proclamación de Felipe V como primer rey borbónico de España. Durante la primera veintena del nuevo siglo, la piratería berberisca toma nuevo auge, un peligro que será constante hasta el reinado de Carlos III.

Por estos años se crea el cargo de Intendente General (delegado de la Hacienda Real), cuyo primer representante, Antonio de Ceballos, murió trágicamente en Santa Cruz de Tenerife, donde residía, víctima de las iras del populacho. El intendente fue salvajemente linchado y sus supuestos culpables ahorcados en público por orden del Comandante Mur y Aguirre, a pesar de que fue el instigador indirecto de los lamentables hechos. La figura del Intendente desapareció con la muerte de Ceballos, ya que serán los Comandantes Generales los que asumirán también esta función. Fue el Marqués de Vallehermoso el que llegó a las Islas con el nuevo título de Comandante General e Intendente, estableciendo su residencia en Santa Cruz de Tenerife. El Marqués de Vallehermoso abusó de sus prerrogativas militares y hacendísticas .

REINADOS DE FELIPE V Y FERNANDO Vl

En el siglo XVIII se produce la erupción en Timanfaya, Lanzarote, la cual comenzó en 1730, y se alarga durante siete años. (SG)

Durante el reinado de Felipe V se registran fuertes erupciones volcánicas. Cabe destacar la de Güímar (1704) y la de Garachico (1706); esta última de enorme repercusión, al destruir por completo el activo puerto y parte de su floreciente villa. En 1730 se produce la erupción volcánica de Timanfaya (Lanzarote), volcán que durante 7 años estuvo arrojando lava, y cuyas explosiones se oían desde Tenerife .

En la década de los cuarenta arreció la piratería inglesa, que sólo menguaría con la Paz de Aquisgrán, ya en el reinado de Fernando Vl. Bajo su mandato parece vislumbrarse en las Islas un periodo de paz y un mayor afán renovador, que culminaría con Carlos III .

REINADO DE CARLOS III Y CARLOS IV

En 1760, con Carlos III, comienza para las Islas una época renovadora y liberal, como reflejo de la política ilustrada del mismo rey que se traduce en medidas modernizadoras. En esta década de los sesenta, hay intentos de trasladar la Audiencia a Tenerife (no eran los primeros) y se produce la expulsión de los jesuitas de sus conventos isleños. Ocupaba el corregimiento de Tenerife Agustín del Castillo Ruiz de Vergara cuando aconteció tal expulsión.

En estos momentos se crean los Diputados del Común o Abastos, cargos de elección popular, en un intento por democratizar los Cabildos y Ayuntamientos. Fueron sonadas en el Archipiélago las contiendas entre los regidores seculares y estos nuevos diputados, alentados por O’Daly y Pérez de Brito, representantes del partido democrático palmero.

La Calle O’Daly, más conocida como Calle Real, en Santa Cruz de La Palma. O’Daly era uno de los representantes del partido democrático palmero. (AHSCP)

Entre los años de 1784 y 1790 se registra el paso por la Comandancia del Marqués de Branciforte, que dejó honda huella de su buen gobierno. En Santa Cruz construyó el hospicio de San Carlos y otras obras de interés. En Las Palmas de Gran Canaria, los corregidores Egulluz y Cano contribuyeron al embellecimiento de la ciudad (fuentes, restauración del edificio del Ayuntamiento, etc.).

También bajo su mandato, se produjo en El Hierro la salvaje matanza de un nutrido grupo de irlandeses que habían desembarcado pacíficamente de un navío inglés. El responsable de la matanza fue el jefe de armas de la isla, quien sería llamado a Madrid para responder del acto.

En el reinado de Carlos IV, sale para el Rosellón (Francia) un cuerpo de ejército canario, al estar España en guerra con Francia. Tras el Tratado de San Ildefonso, España se alía con Francia, lo que hace que Inglaterra entre en guerra con España. Es en este periodo cuando se produce el ataque de Nelson contra Tenerife (1797) y la   victoria de los tinerfeños, bajo el mando del Comandante General Antonio Gutiérrez.

A Gutiérrez lo sucedió en el mando el discutido marqués de Casa‑Cagigal, que protagonizará los hechos de la Guerra de la Independencia en Canarias.

ECONOMÍA: CRISIS PROLONGADA HASTA EL REINADO DE CARLOS III

La libertad de comercio con Indias, promulgada por Carlos III en 1778, no fue tampoco la panacea a los males isleños, como algunos pensaron, ya que si bien es cierto que las mercancías se amplían en variedad y volumen, la competencia ahora de los puertos peninsulares es mayor .

Por culpa de las guerras, el comercio de vinos con Inglaterra descendió de forma alarmante.(FLI)

La Guerra de Sucesión por la Corona de España colocó a las Canarias, adictas a Felipe V, frente a Inglaterra, que hizo a las Islas blanco de sus escuadras. En 1715, el comercio de vinos con Inglaterra bajó de forma alarmante por las guerras y, también, por la firma entre Inglaterra y Portugal del Tratado de Methuen, en virtud del cual los vinos portugueses de la Madeira pasaron a gozar de fuertes privilegios en el mercado inglés, en sustitución de los tradicionales caldos canarios.

El comercio con América se mantenía, pero con fuertes gravámenes y restricciones .Por otro lado, los primeros Borbones sobrecargaban a las Islas con otros impuestos. Las quejas que se hacen a Madrid son frecuentes. Así, en 1718 y 1778, respectivamente, se elevan a la Corte sendos memorandos, donde se hace constar la pobreza en que se hallan sumidas las Islas y la necesidad que tenían de contar con un comercio libre con Indias.

Fruto de estas reflexiones hechas a la Corte fue la ampliación del volumen de mercancías exportadas a ciertos puertos americanos, con la condición de enviar cincuenta familias a la isla de La Española y a otros territorios de América (Montevideo, Florida) .Esta contraprestación en sangre, si bien privaba a las Islas de brazos, significaba para el campesino una salida esperanzadora.

El hambre de tierras en el siglo XVIII

Durante el siglo XVIII, por lo que sabemos, se desató un deseo generalizado de poseer tierras como forma de sobrevivir, especialmente por parte de los pequeños propietarios. Las causas hay que achacarlas al desigual reparto de las tierras y a la miseria del campesino. Como consecuencia, hubo conatos de violencia y emigración constante.

En el siglo XVIII, Canarias recibía ingresos, fundamentalmente, de la exportación de vinos y aguardientes, barrilla, orchilla y algún otro producto indiano, comercio a veces clandestino. Eso  significaba muy poco para cubrir las necesidades básicas de una población en constante crecimiento y con un suelo agrícola muy reducido: la mayor parte de las tierras, las mejores, en manos de la aristocracia y la burguesía comercial relacionada con los puertos y una masa de campesinos, la mayor parte compuesta por jornaleros, aparceros y minúsculos propietarios.

A lo largo del siglo XVIII, las diferencias entre estos dos grandes grupos sociales aumentaron. Una, porque las clases populares se empobrecieron aún más, debido a la pérdida de sus puestos de trabajo en los viñedos, al reducirse y casi perderse la exportación del malvasía. Otra, porque la clase minoritaria y terrateniente se aprovechó de la ruina de pequeños propietarios abocados a vender sus predios y de la usurpación de las tierras de realengo (quintos reales), así como de los propios del cabildo, para aumentar aún más sus patrimonios.

Al reducirse y casi perderse la exportación del malvasía, muchos campesinos perdieron sus puestos de trabajo, y la superficie cultivada de viñedos se redujo considerablemente. (PTEH)

Los mayorazgos, esa institución según la cual las grandes propiedades de la nobleza sólo podían ser heredadas por el hijo mayor, quien se comprometía a no vender ni partir la propiedad bajo ningún concepto, aumentaron en el siglo XVIII, porque era una forma de ganar mayor prestigio social en una sociedad cerrada y llena de prejuicios como la canaria de aquel entonces. Es más, se acudía a la compra de nuevas tierras o al casamiento con personas ricas para así aumentar su consideración social.

Los mayorazgos, pues, así como las propiedades de conventos y de la Iglesia, reducían aún más las posibilidades de supervivencia de los pobres, los cuales no tenían más recursos que los propios de la tierra. Así lo dice Viera y Clavijo en su resumen final de su historia y que fue testigo de esa situación: “Canarias son pobres. Sus frutos han venido a menos en cantidad y calidad” .

Si a esto le unimos el ansia de los grandes comerciantes por equipararse a la aristocracia isleña y entrar en su esfera social mediante la compra de tierras, aunque no se dedicaran a su explotación, el panorama se hacía más desesperante. No obstante, este proceso hay que entenderlo en forma recíproca: si la burguesía comercial obtenía el beneficio de la simbología aristocrática y el acceso a los patrimonios de tierras y aguas (vía matrimonio), el grupo terrateniente (de abolengo conquistador) recibía la inyección económica, porque aquellos comerciantes tenían dinero en efectivo.

Ante esta situación, las familias campesinas tenían varias alternativas: unos, aspirar a la propiedad de aquellas tierras pertenecientes a propios y quintos reales, acogiéndose a las leyes desamortizadoras de Carlos III y que algunos ya cultivaban o explotaban en arriendo; otros, roturando u ocupando tierras consideradas hasta esos momentos inútiles, bien por la pendiente del suelo, por pedregosos o montes deforestados. En otros casos, adquirían terrenos sin derechos de riego de secano, escasamente productivos, llamados baldíos o “balutos” .

La roturación u ocupación de terrenos a priori desfavorables para la agricultura, se convirtió en una salida para muchos campesinos. Terrazas de cultivo desde Tamadaba, Gran Canaria. (CGC)

En esa carrera por conseguir tierras, los grandes propietarios para aumentar su poder y los pequeños y jornaleros para asegurar la subsistencia, surgen en el siglo XVIII altercados y brotes violentos entre grupos e individuos que aspiran a las mismas tierras. Así, tenemos manifestaciones violentas de pueblos enteros, como el de Agüimes, cuyos habitantes se trasladaron a Las Palmas para reclamar sus derechos sobre sus tierras; o las disputas y reyertas entre los pueblos de Teror,  Arucas  y Firgas, por un lado y, por otro, los de Guía y Moya en pos de conseguir las tierras de realengo de Doramas, Algo parecido ocurrió por el dominio de las tierras en el Monte Lentiscal, también en Gran Canaria. Otro de los tantos altercados sucedió en La Orotava a causa del aprovechamiento de los pastizales en La Dehesa, tierras pertenecientes al cabildo insular.

El aprovechamiento de los pastizales de La Dehesa fue el motivo de  lucha entre las dos clases sociales de El Hierro, los ‘rabos blancos’ y los rabos negros’ PTEH)

En las islas señoriales, las contestaciones populares resultaban aún más complicadas, porque la justicia del Conde, en el caso de La Gomera y El Hierro, o en la del marqués, en el de Fuerteventura y Lanzarote, resultaba extremadamente dura. Aún así, en El Hierro empezaron las luchas entre los dos grupos sociales opuestos: los propietarios del ganado con prebendas señoriales, llamados “rabos blancos”, y el resto de la población, la mayoría dedicada a otras actividades agrarias, pero dependientes de los primeros en régimen de servidumbre y conocidos como “rabos negros”, en lucha por el aprovechamiento de los pastizales en Las Dehesas.

Esas manifestaciones y algaradas solían convocarse con un pasquín o pintada, puestos por la noche; otras veces, con unas campanadas llamando a rebato o pacíficamente con la convocatoria de un Cabildo abierto. En este último caso, se contaba con el apoyo de algún regidor o persona influyente del sector aristocrático. En la mayor parte de los casos, el pueblo se  presentaba en la casa del individuo o autoridad responsable y reclamaba sus supuestos derechos.

Otra salida al hambre de tierras era roturar terrenos inservibles por su pendiente, pedregosidad o sequedad extrema. Entonces el nuevo propietario, con mano de obra barata (esclavos y jornaleros), sorribaba el suelo construyendo bancales con paredes de piedra. Si el suelo era relativamente llano, limpiaba el suelo de piedras, amontonándolas de forma piramidal, tronco-cónica o de cualquier modo, hasta conseguir el espacio suficiente para su cultivo. En todas las islas  el paisaje agrario estaba marcado por este tipo de construcciones.

Este trabajo, hecho en su mayor parte por jornaleros, que cobraban en especie, o por los mismos propietarios, amplía la superficie de cultivo dedicándose ésta al millo y a las papas, cultivos que progresivamente se van extendiendo por el Archipiélago, y salvarán, con el pescado salado, a muchos de sus habitantes de morir en las periódicas hambrunas del siglo.

La otra salida al fantasma del hambre era la emigración. Unos, en familia, viajando gratis, acogidos al decreto de enviar cinco familias por cada 100 toneladas de exportación, y otros, en solitario, pagándose su propio pasaje, deciden abandonar las Islas y viajar hasta las Américas bien al Sur como al Uruguay, al centro, como a Cuba  y Venezuela, o al Norte, como a Texas.

A muchos, el fantasma del hambre, les llevo a cruzar el Atlántico en busca de una vida mejor. Imagen antigua de un barco lleno de emigrantes canarios.

REACTIVACIÓN ECONÓMICA DURANTE EL REINADO DE CARLOS III

La nueva política económica de Carlos III se tradujo, para Canarias, en un esperanzador estado de actividad e iniciativa económica.

El comercio indiano, a partir de la liberalización comercial de 1778, diversifica sus destinos y mercancías. El comercio con América incluía, en su mayor parte, partidas de vino y aguardiente (parra) y, en viaje de retorno, los barcos venían con cacao, azúcar y tabaco habano. El comercio de las Islas con el extranjero era muy activo, si bien había decaído el comercio de vinos con Inglaterra .Con la Península, las relaciones comerciales tenían menor categoría; allí se compraban sombreros, aceite y tejidos.

La viña seguía siendo el cultivo más importante; sólo en Tenerife se producía, a mediados de siglo, y según datos estimados, más de 5.000 Tm. de vino. Por esta época reaparecen los cultivos de la orchilla y la barrilla, plantas necesarias para la fabricación de tintes y jabones, respectivamente, pero los nuevos productos químicos pronto hacen descender su cultivo.

A iniciativa de las Sociedades Económicas de Amigos del País, se introducen en las Islas, a modo experimental, cultivos como el algodón y el tabaco; también se creó, durante este reinado, el Jardín Botánico de La Orotava, como centro de aclimatación de plantas tropicales. Su principal valedor fue el Marqués de Villanueva del Prado, quien cedió los terrenos para tal fin.

Bajo el reinado de Carlos III se creó el Jardín Botánico de La Orotava como centro de aclimatación de plantas tropicales. (DM)

Las pesquerías en la vecina costa africana alcanzan un fuerte volumen. Ya desde los primeros años de la Colonización, se pescaba en aguas africanas .En estos años del siglo XVIII, la flota canaria suministraba el pescado que se consumía en las Islas, que no era poco, pues sabido es que el pescado salado (tasarte, sama, cherne), junto con las papas, formaba  parte fundamental de la dieta alimenticia de los canarios. También por estas fechas, se intenta construir un puerto ballenero en Arguineguín (Gran Canaria).

En general, la economía de las Islas durante este siglo adolecía de grandes carencias de base: la escasez de terreno cultivable y de agua, así como el exceso de importación de manufacturas en contraste con la ligera exportación de productos agrícolas .

El vino y el comercio con América eran, pues, las casi únicas fuentes de riqueza procedentes de la exportación. Los cultivos de consumo (trigo, millo, papas…) servían al autoabastecimiento, pero es menester subrayar que las islas occidentales eran, en estas fechas, deficitarias en granos. Salvo en años de sequía, las islas orientales tenían una mejor cobertura de alimentos básicos, cuyos excedentes colocan en las islas occidentales, más orientadas éstas a los cultivos especulativos. A veces, cuando los granos escaseaban, los campesinos recurrían a las raíces de helechos que, tostadas y molidas, suplían al gofio de cereal .

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