La medicina popular era una práctica diaria; un componente más dentro del modo de vida vernáculo, en donde el trabajo en el campo y el máximo aprovechamiento de los recursos por parte de los pobladores era la característica principal. En ese sentido, tanto en las propias huertas como en el monte, los habitantes de Tegueste echaban mano de las especies vegetales, con el propósito de socorrer y solventar problemas de salud o incluso de otro tipo de problemas cotidianos, como la fabricación de un cuarto de aperos.
De esta manera, del Eucalipto, por ejemplo, además de ser empleado para repoblar, se utilizaban sus hojas para la elaboración de infusiones y aceites, con la idea de combatir los catarros respiratorios y la congestión nasal. Otras plantas, por el contrario, se trataban más de hierbas que se plantaban y/o crecían dentro o cerca de las huertas: son los casos por ejemplo de la Hierba Luisa o yerba luisa, de la que hacían uso de las hojas para hervirlas en agua y obtener de ellas una infusión. Tradicionalmente era también utilizada para evitar los dolores de estómago y mejorar la digestión, siendo además antiafrodisiaca y calmante. Lo mismo ocurría con el Hinojo (Foeniculum vulgare), del cual se majaban sus frutos para hacer con ellos una infusión. O la propia Manzanilla, también preparada con una infusión y con aptitudes para curar el insomnio, las náuseas o las flatulencias. Lo mismo se podría decir del Pasote (Chenopodium ambrosoides), el cual, tanto en infusión como en aceite era aplicado para combatir las náuseas, cólicos digestivos o parásitos intestinales. Por su parte, el agua de Toronjil (Melissa offiicianilis) también era utilizada por los vecinos de Tegueste como remedio para combatir los nervios y la angustia.
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11.4. El hinojo (Foenicium vulgare) era y es una especie muy común en las áreas húmedas de medianías de Canarias. Además de los frutos, sus refrescantes hojas también se utilizaban como un medio para paliar la sensación de sed. Flora de Canarias. |
Por otro lado, ya dentro del bosque, el uso que se hacía del brezo también resulta interesante, pues sus hojas eran útiles en cataplasma contra las picaduras de insectos. Pero más allá de los usos medicinales, las especies vegetales también tenían otro tipo de utilidades, tanto para la alimentación como para conseguir mayor eficacia en las tareas del campo. Así pues, los laureles, cuya madera ligera era apreciada para fabricar aperos de labranza; los follaos, cuyas hojas de tacto suave y peloso eran el sustituto del papel higiénico y sus varas flexibles combinaban con el mimbre en la cestería, o la propia haya o faya (Myrica Falla), cuyo fruto era y es el único comestible del Monteverde, eran ejemplos de especies de la laurisilva que se empleaban para la alimentación de las familias. |