Canarias es la única región del territorio español volcánicamente activa, y en Tenerife se ha demostrado este hecho recientemente. Especialmente se da esta actividad en las dorsales, las estructuras volcánicas insulares que presentan anomalías térmicas asociadas a emanaciones de gases volcánicos y actividad sísmica.
Por tanto, pese a que Tenerife es una de las islas más jóvenes del Archipiélago, ubicada en la etapa inicial de vulcanismo, se sitúa en realidad en una fase tardía del mismo, denominado vulcanismo atenuado. La actividad es cada vez menor y se va acercando al periodo de reposo, de equilibrio entre las etapas de construcción y de desmantelamiento erosivo debido a la pérdida de masa.
Sin embargo, no hay que descartar la posible existencia de vulcanismo. Hay que prestar especial atención a la actividad volcánica que se produce cerca del mar, que produciría erupciones freatomagmáticas (hidromagmáticas) de considerable peligrosidad y con episodios altamente explosivos.
El riesgo volcánico en Tenerife es elevado, sin embargo, tiene un alcance diferente para la población residente por la frecuencia y magnitud de estos fenómenos naturales. Es el principal riesgo natural que amenaza al Archipiélago, pero por factores como la poca asiduidad de estos fenómenos en las últimas décadas o el escaso número de habitantes que han vivido un periodo de crisis volcánica, hace que exista cierta confianza en que no hay ni amenazas, ni riesgo, ni peligrosidad.
Entre los factores de riesgo volcánico en la Isla, hay que tener en cuenta la peligrosidad, que según especialistas es baja debido al comportamiento que han tenido los últimos fenómenos eruptivos que se han desarrollado. Han sido erupciones históricas con bajo grado de peligrosidad y frecuencia, con caída de piroclastos cercanos al foco y emisión de bajos volúmenes de lava. Sin embargo, sí hay que tener en cuenta otros factores de riesgo. La exposición es uno de los que más destaca, ya que es mucho mayor en la actualidad que hace algunos años por el gran crecimiento poblacional que ha experimentado la Isla. Si se le une a esto la vulnerabilidad, potenciada por el escarpado terreno, se traduce en un mayor riesgo volcánico.
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El Teide permanece dormido desde hace más de 500 años, pero sigue siendo un volcán activo. (DM) |
Para reducirlo hay que tomar medidas de emergencia y de protección civil, siendo imprescindible la elaboración de mapas de riesgo volcánico, un Plan de Emergencia para el conjunto de Tenerife y para cada uno de los municipios que la integran. |