Las Islas Canarias se caracterizan no sólo por la realidad insular, sino también por su origen volcánico, el clima excepcional, sus valles y barrancos, playas y volcanes, sus endemismos, su historia, las costumbres y tradiciones. Su situación privilegiada entre tres continentes, las convirtió en punto de referencia en las rutas históricas entre Europa y América. Estos y otros muchos factores son los que han dado a Canarias una peculiaridad única que se plasma en el bello mosaico de variedades que componen sus paisajes.
Desde el majestuoso Pico Teide que corona Tenerife a 3.718 metros de altitud a los campos de dunas de Maspalomas en Gran Canaria. Desde la mágica y simbólica montaña que suponía Tindaya para los aborígenes en Fuerteventura, pasando por las sabinas doblegadas por el viento en El Hierro, o los bosques de laurisilva de El Cedro en La Gomera, Desde los volcanes que componen el singular paisaje de Timanfaya en Lanzarote, a la impresionante Caldera de Taburiente en La Palma, Canarias se presenta como un ‘continente en miniatura’ en el que tiene cabida todos los paisajes que se puedan imaginar. Es esta belleza la que hizo que los antiguos griegos las conocieran como el ‘Jardín de Las Hespérides’ o las ‘Islas Afortunadas’.
Pero no sólo son los elementos naturales lo que caracterizan un paisaje. En Canarias, la mano del hombre durante siglos también ha dejado huella, dando fruto a numerosas y pintorescas estampas. El hombre canario se ha caracterizado por su esfuerzo a la hora de adaptar los recursos que la naturaleza le ofrecía. Es tal ese esfuerzo, que en la actualidad nos encontramos con hermosos paisajes como las terrazas de cultivos, los enarenados, los antiguos molinos de gofio o los caminos reales. Pero también, esa transformación se ha traducido muchas veces en un excesivo desarrollo urbanístico, la expansión de las ciudades, la presión demográfica, el abandono de los campos o la construcción de infraestructuras y equipamientos, hacen que las islas estén siempre en esa delgada línea entre la conservación y el desarrollo. En Canarias, tierra arraigada a sus costumbres y tradiciones, siguen vivas numerosas manifestaciones culturales, las cuales le confieren, junto con su paisaje natural y humano, una identidad propia, haciendo aún más singular una tierra ya de por sí única.
La orografía es el condicionante principal que encontramos en el paisaje del Archipiélago. La desigualdad altitudinal de las siete islas, la disposición radial de los barrancos en casi todas ellas y la orientación de las cumbres, son agentes modificadores tanto en el reparto de las lluvias, como en la nubosidad y las temperaturas. Esto explica la aparición de diferentes microclimas. En las islas, especialmente las de mayor altitud, la situación climática cambia en escasos kilómetros de terreno, pasando de la suavidad térmica que ofrece el litoral, a la humedad de los valles orientados al norte, de la aridez de las costas meridionales, al mar de nubes de las medianías expuestas a los vientos alisios.
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El hombre canario ha sabido adaptarse a la dura orografía, dejando su impronta en el paisaje. (CGC) |
El origen volcánico, la disposición del relieve, y las distintas condiciones climáticas, tienen como consecuencia una rica biodiversidad. La singularidad de sus ecosistemas, así como de su flora y fauna que atesoran especies exclusivas, ha suscitado en la comunidad canaria e internacional un fuerte espíritu de conservación de las Islas, por lo que no es de extrañar que buena parte del territorio canario se encuentre bajo alguna de las figuras de protección paisajísticas existentes.
Esta rica biodiversidad ha hecho que la UNESCO se fije en el Archipiélago como ejemplo de convivencia con la naturaleza. Ha declarado tres islas, Lanzarote, El Hierro y La Palma, y una parte de otra, Gran Canaria, como Reserva de La Biosfera. A ello hay que añadir otras muchas menciones más por parte de este organismo como la declaración del Garajonay y El Teide como Patrimonio Mundial de la Humanidad. Pero no sólo se ha tenido en cuenta los elementos naturales, sino también la mano del hombre, lo que se traduce, por ejemplo, en la inclusión de la ciudad de La Laguna en el catálogo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad.
Además, Canarias es la comunidad autónoma española que cuenta con mayor número de Parques Nacionales. Las Cañadas del Teide, La Caldera de Taburiente, Timanfaya y Garajonay son fiel reflejo de la belleza y singularidad del Archipiélago. A esto hay que añadir la inclusión de muchas zonas en la Red Canaria de Espacios Naturales Protegidos. Esta red contiene diferentes figuras de protección que resaltan los hábitats más significativos y los principales centros de biodiversidad de las Islas. Parques Rurales, Parques Naturales, Reservas Naturales Especiales, Reservas Naturales Integrales, Monumentos Naturales, Paisajes Protegidos y Sitios de Interés Científico, son términos que sin lugar a duda hacen referencia a la amplia gama de variedades paisajísticas.
Desde zonas a donde la mano del hombre no ha llegado a dejar huella, a áreas de un inmenso interés etnográfico. De paisajes que destacan por su diversidad biológica, a otros donde son los elementos geológicos los que los definen. De lugares donde resaltan los valores estéticos y culturales, a zonas naturales de un elevado interés científico. Eso es Canarias, un mosaico de diversidad, donde los factores que definen el medio se ven reflejados en cada uno de sus paisajes.
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