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  17. EL TEATRO Y EL ENSAYO DE FINALES DEL SIGLO XX    
 
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El interrogatorio

Luis Alemany ,El interrogatorio, en Tiempo muerto, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Nuestro Arte, 1966, págs. 24-27.

* Esta pieza en un acto desarrolla el proceso de interpelación a un individuo detenido y del que se quiere recabar cierta información. Los métodos empleados y la naturaleza del interrogatorio ilustran con viveza la experiencia traumática de la reclusión y la dialéctica histórica de perseguidores y perseguidos. Asistimos en el fragmento, a uno de los momentos más crudos del procedimiento de indagación y averiguación.

INTERROGADOR. ¡Lea la cuarta pregunta!
AYUDANTE. Sí, señor. (Leyendo.) “¿Por qué ocurrió?”.
INTERROGADOR. (Al ACUSADO.) Ya lo ha oído: “¿Por qué ocurrió?”. ¡Estoy esperando!
“¿Por qué ocurrió?” (Se levanta y pasea tras el ACUSADO.) No le va a servir de nada empeñarse
en callar, se lo advierto... Usted hablará. ¡Ya lo creo que hablará! vamos: “¿Por
qué ocurrió?” No intente hacernos creer que no sabe nada. A éste puede engañarle, pero
a mí no. Yo sé que usted tiene que hablar. ¡Y hablará! Ya lo creo que hablará. No le quepa
la menor duda. “¿Por qué ocurrió?”. “¿Por qué ocurrió?”. No quiere contestar, ¿eh?
Veremos quién es el más fuerte, veremos. (Al AYUDANTE.) La quinta pregunta...
AYUDANTE. ¿La quinta pregunta?
INTERROGADOR. ¡¡Sí, la quinta pregunta!! ¡Vamos, rápido!
AYUDANTE. Sí, señor. (Leyendo.) “¿Ante quién ocurrió?”.
INTERROGADOR. Responda... ¡Responda, demonios!: “¿Ante quién ocurrió?”. Ya lo ha
oído, responda... ¡Tiene usted que responder! No, no ponga esa cara; tiene usted que responder
y responderá. ¡Para eso estoy aquí! Para hacerle hablar; y no se imagine que me
va a tomar el pelo... ¡Soy el interrogador! Todos los que vienen aquí tienen que hablar.
¡Hable, pues! ¡Hable! (Al AYUDANTE.) ¿Quedan muchas preguntas?
AYUDANTE. Sí, muchas, muchísimas.
INTERROGADOR. Léalas todas, todas...
AYUDANTE. Sí, señor. (Leyendo.) “¿Para qué ocurrió?”.
INTERROGADOR. Otra, otra...
AYUDANTE. “¿A qué hora ocurrió?”.
INTERROGADOR. Más, más...
AYUDANTE. “¿A quién...?”.
INTERROGADOR. (Arrebatándole el cuestionario y leyéndolo.) “¿Para qué ocurrió?”. “¿A
qué hora ocurrió?”. “¿A quién le ocurrió?”. Responda, responda... “¿A quién le ocurrió?”.
“¿Por qué medio ocurrió?” Responda, responda... “¿En perjuicio de quién ocurrió?”.
Responda, responda... “¿En beneficio de quién ocurrió?”. (Arrojando el cuestionario
al suelo.) ¡¡Hable de una vez!! (Pausa. Se acerca al ACUSADO alisándose el pelo y
secándose el sudor.) Oiga... Tiene usted que hablar, ¿no lo comprende? No se crea que a
mí me divierte hacer esto. Pero lo tengo que hacer, es mi misión. No es que yo tenga
nada en absoluto contra usted, ni siquiera le conozco, me es completamente indiferente,
de verdad; pero lo han traído a usted aquí, y yo tengo la obligación de interrogar a todas
las personas que traigan aquí: soy el interrogador, ¿comprende? Mi trabajo es hacer hablar
a las personas que traen aquí... Por eso lo tengo que hacer hablar a usted. Comprendo
que no es nada agradable un interrogatorio, pero le ruego que hable y habremos terminado
de una vez... Será mucho mejor para todos... Debe usted hablar. ¿No comprende
que eso es lo mejor? ¿No lo comprende? Pero no se esté callado, diga algo... “Sí”, “no”,
lo que sea, pero hable... Hable para darme cuenta de que me escucha... No se esté callado...
¿Es que me está tomando el pelo? ¿Es que quiere burlarse de mí? ¡No se lo consiento!
Si le pido que hable tiene que hablar. ¡¡Tiene que hablar!! ¿Comprende? ¡Tiene que
hablar! ¿Por qué no habla, entonces? ¿¡Por qué!? ¡Me está agotando la paciencia! ¡Hable!
¡Hable, le digo, demonios! ¡Hable, maldito! (Agarrándolo por las solapas y zarandeándolo
brutalmente.) ¡¡¡Hable, hable, hable...!!!
(El ACUSADO no se ha movido. El INTERROGADOR lo suelta lentamente a medida
que va tranquilizando la expresión de su rostro. Hay una larga pausa durante la cual el
TAQUÍGRAFO y el AYUDANTE contemplan fijamente al INTERROGADOR. Éste se pasa una
mano por los ojos, parpadea, vacila; lentamente se inclina, recoge el cuestionario y lo
coloca sobre la mesa. Pausa.)
INTERROGADOR. (Débilmente.) No habla...
AYUDANTE. No.
INTERROGADOR. (Igual.) Pero tiene que hablar... (Silencio.) ¿Verdad que tiene que hablar?
AYUDANTE. Claro... (Pausa.)
INTERROGADOR. Sólo nos queda... aplicarle el... “bi-fron”.
AYUDANTE. ¿Aplicarle el “bi-fron”?
INTERROGADOR. Sí, aplicarle el “bi-fron”... Es el único medio que nos queda de hacerle
hablar...
AYUDANTE. ¿Tiene usted autorización expresa para hacerlo?
INTERROGADOR. No..., no tengo autorización expresa. ¡Pero no es necesario tener autorización
expresa! Yo soy el interrogador..., yo tengo que hacerle hablar..., debo valerme de todos
los medios para hacerle hablar. Mientras no me prohíban usar el “bi-fron”, puedo usar
el “bi-fron”. (Al TAQUÍGRAFO.) ¿Dice algo la ficha de que se prohíba usar el “bi-fron”?
TAQUÍGRAFO. (Consultando la ficha.) No, no dice nada.
INTERROGADOR. (AL Ayudante.) ¿Lo ve? No dice nada.
AYUDANTE. Pero el “bi-fron” sólo puede usarse en circunstancias extremas... Es peor que
el suero de la verdad, escruta en los menores resquicios de la mente...
INTERROGADOR. ¿Y no es ésta una circunstancia extrema?
AYUDANTE. Sí, pero yo pienso...
INTERROGADOR. (Que vuelve a ser el hombre seguro de antes.) ¡Usted piensa, usted piensa!
¡Usted no tiene que pensar nada! ¡A usted nadie le ha mandado pensar! Usted debe
trabajar solamente.
AYUDANTE. Sí, señor.
INTERROGADOR. Vamos a aplicarle el “bi-fron”. (Al ACUSADO.) Veremos ahora si habla
usted o no.
AYUDANTE. Oiga... ¿Usted cree que es realmente necesario aplicarle el “bi-fron”?
INTERROGADOR. Naturalmente que sí: tiene que hablar. (Al TAQUÍGRAFO.) Prepare el “bifron”.
(El TAQUÍGRAFO comienza a trajinar en uno de los cajones de la mesa.)
AYUDANTE. Sin embargo..., sin embargo usted sabe que aplicar el “bi-fron” es algo muy
peligroso.
INTERROGADOR. Eso no es cuenta mía.
AYUDANTE. Que puede producir trastornos al paciente...
INTERROGADOR. ¡Eso no es de mi incumbencia! (Al TAQUÍGRAFO.) ¿Está ya?
TAQUÍGRAFO. (Trajinando.) Sí, señor.
AYUDANTE. ¿Usted cree..., usted cree que merece en realidad la pena utilizar el “bi-fron”?
INTERROGADOR. ¿Cómo dice?
AYUDANTE. Digo que si usted cree que merece en realidad la pena utilizar el “bi-fron”.
Que si lo que tiene que decirnos este hombre es tan... importante como para exponernos
a este riesgo.
INTERROGADOR. ¿Y cómo quiere usted que yo sepa si lo que tiene que decirnos este hombre
es o no importante? No tengo ni la menor idea de lo que va a decir... Por eso le aplico
el “bi-fron”.
AYUDANTE. ¿Y no sería mucho mejor informarse primero, preguntar...?
INTERROGADOR. ¡Informarse! ¡Preguntar! Yo no puedo preguntar nada a nadie. A mí me
han enviado este hombre para que lo haga hablar: yo debo hacerlo hablar sea como sea.
¿Comprende? Y si el único procedimiento para hacerlo hablar es aplicarle el “bi-fron”,
yo debo aplicarle el “bi-fron”.
AYUDANTE. Pero sin embargo...
INTERROGADOR. (Tajante.) ¡Es una orden del Jefe! (Al TAQUÍGRAFO.) ¿Está ya todo listo?
TAQUÍGRAFO. Sí, señor.

NOTA BIBLIOGRÁFICA:
LITERATURA CANARIA II. Desarrollo del currículo. Bachillerato. CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTES DEL GOBIERNO DE CANARIAS. DIRECCIÓN GENERAL DE ORDENACIÓN E INNOVACIÓN EDUCATIVA.2003