Desde el punto de la liturgia y el rito católico, las capillas y las ermitas no pueden tener sagrario, que es lugar donde se guardan las hostias consagradas, algo que se reserva sólo para las iglesias. Al igual que la posibilidad de conservar reliquias, esto es, partes de algún santo que según la tradición hay que conservar y rendir culto, y que otorgaban gran popularidad a los templos que las poseían.
Las capillas no suelen presentar una evolución. Las ermitas, por su parte, sí pueden terminar convertidas en iglesias, salvo que se encuentren en lugares rurales muy alejados de la población. Se suele celebrar misa algunos domingos del mes.
Los conventos, por su parte, son lugares de clausura cerrados al exterior. Están formados por una gran variedad de estancias, pero siempre poseen una iglesia que sí es de acceso público. En ellas, los miembros de la orden se sitúan de forma separada del resto, generalmente a los pies de la nave y tras una verja. Por ello, no suelen poseer portada por el mismo lado que cualquier otro templo, sino por un lateral.
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