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  13. NARRATIVA DE VANGUARDIA    
 
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Fragmento de Lo Fetesiano

(...)Tanto la epojé fenomenológica como la reducción fetasiana son relativamente fáciles de enunciar, pero prácticamente imposibles de llevarlas a cabo con toda su pureza. Para irse aproximando a sus radicales exigencias se requiere un largo y riguroso aprendizaje, o estar ya en una determinada "situación". A este respecto creo que pudiera resultar esclarecedor comparar la reducción fenomenológica de Sartre, tal como se muestra en La Náusea, con la reducción fetasiana. En primer lugar, la situación existencial que hace proclive a la reducción. Roquentin, el protagonista de La Náusea, se encuentra en un estado de falta de interés, de desasimiento del propio ser. En Fetasa, en cambio, Ramón comienza sus avatares viviendo su agonía o su muerte. De aquí parten los fetasianos para iniciar su reducción: vivir imaginativamente la propia muerte. Un tema fundamental del existencialismo, la muerte, la propia muerte. El existencialismo y los fetasianos desmienten la máxima de Rouchefoucauld de que el hombre no puede mirar de frente ni al sol ni a la muerte. Para Heidegger la muerte es la estructura misma de la vida humana. El hombre es ser para-la muerte (Zein zum tode). La plenitud del Dasein, su autenticidad y el dominio de lo intramundano no se alcanzan eludiendo la idea de la muerte, sino asumiendo y experimentando su ser para la muerte, su propia muerte. Sartre mantiene una posición diametralmente opuesta. Según él, Heidegger ha cometido el error de identificar muerte con finitud. Pero " la muerte es un puro hecho, como el nacimiento; nos viene desde fuera y nos transforma en afuera". Sartre afirma el carácter heterogéneo que tiene la muerte para el hombre. Es un hecho contingente que pertenece a la pura facticidad. No forma parte, como la finitud, de la estructura ontológica del ser para sí. De ahí que en La Náusea no intervenga la muerte en el proceso de reducción fenomenológica y que se parta del estado de desasimiento.

La búsqueda fetasiana deja en suspenso la cuestión de si la propia muerte forma parte de la estructura ontológica del hombre. Sin embargo, la muerte, con el miedo que suscita y que engendra el tenaz aferramiento a la vida, con el vacío atroz que provoca al derrumbar y dejar sin sentido todo proyecto humano, hace que sea uno de los elementos más fuertemente encubridores y deformadores de la realidad. Es la razón oculta de muchas idolatrías, de muchas doctrinas salvadoras. El miedo a la muerte y sus subterráneas ramificaciones están tan enraizados en el hombre que no basta colocarlos entre paréntesis para efectuar una eficaz reducción. Por esto se consideró que lo más efectivo, aceptando el riesgo de una reducción no rigurosa, era asumir la muerte, vivir imaginativamente la propia muerte en sus posibles dimensiones. Con ello se perseguía un triple objetivo: 1) emplear un método activo y enérgico para eliminar el miedo a la muerte y sus implicaciones; 2) iniciar un descentramiento del yo; 3) sembrar un núcleo de dinamismo interno para la metamorfosis en la búsqueda de lo absoluto (...)

(Publicado en el periódico El Vigía www.elvigia.es)