El origen de esta práctica tiene ecos de leyenda ya que se cuenta que el objeto de correr cacharros era hacer ruido para ahuyentar a las plagas de langosta o a las brujas. Igualmente, se afirma que como San Andrés llegó «borracho» y cargado de cacharros días después a su fiesta, se quedó dormido y hubo que despertarlo con el ruido de los cacharros. Por último, hay interpretaciones con un sentido más eclesial como la que une esta tradición con el martirio del Santo, según el cual éste fue crucificado y arrastrado.
Pero la que tiene más peso y relatada por investigadores es que en la víspera del días de San Andrés los dueños de las bodegas, para poder dar entrada al vino nuevo, bajaban a la costa para limpiar los toneles con agua salada, y se hacían rodar por las pendientes hasta la orilla del mar haciendo el ruido característico que luego los niños y jóvenes reproducían con sus cacharros.
A finales de los años 70 y en los 80 la fiesta tuvo su gran esplendor, pero se ha ido perdiendo en los pueblos, aunque asociaciones de vecinos, barrios, con el apoyo de ayuntamientos están intentando conservarla no solo en el Puerto de la cruz, si no también en otros municipios como Granadilla de Abona o La Orotava.