ARTE, RELIGIÓN Y MITOLOGÍA EN LA ERA PREHISPÁNICA
Hemos dedicado un apartado a la arquitectura defensiva porque nos ha parecido oportuno hacer una referencia expresa a una construcción muy característica de la arqueología de Fuerteventura. Se trata de una muralla de factura aborigen, localizada en el sur de la isla, y considerada uno de los pocos testimonios arquitectónicos que, con todas las reservas, explicamos como una estructura defensiva. Es cierto que existen algunas otras evidencias de características parecidas en las islas, pero ninguna, a nuestro juicio, que pueda explicarse con esta finalidad, a excepción de la localizada en el Roque del Bentayga, de la que es posible, como veremos en otro apartado, que en origen hubiera tenido otra función, así como los recintos amurallados de las necrópolis tumulares, que a nuestro juicio, responden también a otra concepción.
Como consecuencia de los diferentes episodios bélicos que tienen lugar en Fuerteventura entre los franceses y los aborígenes, en varias ocasiones se alude en la crónica Le Canarien a la existencia de dos reyes que gobernaban en la isla, y que suponemos se correspondería con los jefes de las dos demarcaciones en las que se hallaba dividida Fuerteventura en ese momento. La crónica se refiere a los problemas internos que debieron tener lugar entre ambas fracciones, a juzgar por su propio testimonio, cuando dicen que:
Lo cierto es que en esa isla de Erbania hay dos reyes que han estado durante largo tiempo en guerra, en la que se han producido muchos muertos en numerosas ocasiones, de modo que se encuentran muy debilitados. Y, como dijimos anteriormente en otro capítulo, es evidente que ha habido guerra entre ellos, pues poseen los castillos más fuertes, edificados según su estilo, que se podrían encontrar en parte alguna; también tienen, hacia el interior de la isla, un gran muro de piedra que en ese lugar abarca todo el país atravesándolo de uno a otro mar.
El texto alude a una muralla, que ha sido comprobada arqueológicamente, mediante la que se divide Fuerteventura en dos partes; mide 6 km de largo y se le conoce como la pared de Jandía. Su trayectoria discurre sobre la ladera del Barranco de los Cuchillos y desemboca en el litoral de Sotavento, junto a Matas Blancas. Para su interpretación se han manejado varias hipótesis: como parte divisoria y de control de una de las dos demarcaciones en las que estaba dividida la isla en el momento de la llegada de los franceses, en torno a 1403, denominadas Ayose y Guise, según sabemos por documentos posteriores; o como una barrera para preservar una zona rica en pastos cuando se agostaban los de otras partes de la isla, si las lluvias eran escasas, impidiendo de ese modo el paso a las miles de cabras que sin control humano se movían por todo el territorio insular, debido a la práctica de un sistema ganadero conocido como pastoreo de suelta, que sigue estando actualmente en uso.
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Restos de la muralla de Fuerteventura. |
La crónica se refiere asimismo a la existencia de personajes destacados de la sociedad de la isla, que a nuestro juicio podría interpretarse como los posibles guerreros que tendrían entre otras funciones la de defender sus territorios de pasto, que sin duda eran escasos, por las propias condiciones de la isla. Y a los que los cronistas aluden, cuando dicen que el jefe de la parte norte de la isla se hallaba acompañado de cuarenta y uno de los suyos, mientras que el del sur lo hacía también con cuarenta y seis de los suyos. No tenemos en esta fuente ningún otro dato cierto sobre quiénes eran en realidad estos cuarenta hombres que en cada caso se hallaban adscritos a uno de los dos reyes de la isla, por lo que hemos de suponer se trataría de personajes singulares de la sociedad —de gente noble— quienes tendrían encomendadas funciones relacionadas con el control del territorio y la defensa de los recursos económicos de sus zonas de pastoreo. Funciones guerreras que quizá se pudieran deducir de alguna referencia contenida en la crónica cuando se alude a ellos del modo siguiente: Y nos dijeron que un día de esa semana cuarenta y dos canarios habían sorprendido a diez de sus compañeros bien equipados. Con estos pocos datos y lo recogido posteriormente en las crónicas del siglo XVI, cabe pensar, con todas las reservas, que podría tratarse de gentes que desempeñarían un papel destacado en la sociedad aborigen de la isla.
Como hemos dicho, esta muralla es uno de los pocos testimonios con que contamos de la etapa preeuropea de su historia destinada a una función defensiva por alguno de los jefes de las demarcaciones territoriales de Fuerteventura, por lo que debido a su indudable interés nos ha parecido oportuno dar testimonio de ella.
Relacionado con este fenómeno podemos referirnos, siquiera sea de una manera genérica, a las armas conocidas en las islas, en la mayoría de las ocasiones documentadas sólo por las fuentes etnohistóricas, antes que por las evidencias arqueológicas, al no poseer datos seguros para todas las islas. A través de los primeros testimonios escritos sobre la forma de vida de los aborígenes, sabemos que carecían del manejo de cualquier arma de tiro, como recoge muy bien uno de los textos de la crónica francesa Le Canarien observando que las gentes carecen de armaduras y de estrategia 123, lo que sería corroborado más tarde por otras fuentes. La Arqueología por su parte no ha confirmado la existencia de arcos y flechas, pero en cambio eran expertos en el uso de las piedras como instrumentos certeros para la lucha, en los que fueron, sin duda, unos expertos consumados. En un texto de la crónica Ovetense se dice que en las islas de Tenerife y Gran Canaria sus prinsipales armas eran piedras, que la que salía de sus manos la metían donde querían, y apenas herraban a lo que tiraban 124. El uso de piedras como armas era una práctica muy extendida que manejaban con una extraordinaria destreza y eficacia; según Abreu Galindo, en Gran Canaria a los jóvenes se les entrenaba para la lucha, usando tanto armas de madera como piedras. Al frente de este ejercicio se hallaba un gayre o noble-guerrero, que tenía a su cargo una cuadrilla de hombres que le acompañaban en cualquier acto de combate, los vecinos de Telde y Agüimes, (...) como vieron en su tierra y término gente extraña (...) se juntaron algunas cuadrillas (...) con sus armas, que eran piedras y garrotes 125. Sabemos en efecto que los nobles guerreros de esta isla estaban equipados con armas de madera en forma de lanzas con la punta quemada para hacerlas más aguzadas, haciéndolo también mediante un cuerno de cabra colocado en el extremo de la lanza para darles más resistencia. Poseían otras armas en forma de garrote, conocidas entre otras variantes, como majidos o magados. Por las referencias de las fuentes, sabemos asimismo que en Tenerife las armas ofensivas con que peleaban (...) eran unas varas tostadas y aguzadas, con ciertas muesquecitas a trechos y con dos manzanas en medio en que encajaban la mano 126. Estas armas conocidas como banot y las varas aguzadas han sido documentadas por la Arqueología. Las armas estaban hechas de maderas resistentes como acebuches, sabinas, y en Tenerife las había también de pino (Pinus canariensis) y de leña santa (Cneorum pulverulentum). Las armas se trabajaban con útiles de obsidiana o basalto y se trataban al fuego para darles mayor consistencia, y grasa para resaltar el colorido natural de las maderas, consiguiendo así una mayor belleza. Las dimensiones de estas armas varían desde 1,2 a 2 m.
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Armas de madera prehispánicas (Tenerife). |
El equipamiento de los nobles-guerreros de Gran Canaria se completaba con los escudos, conocidos entre los aborígenes con la denominación de tarjas. Los escudos se hacían con madera de drago por su ligereza y facilidad de manejo y se decoraban con pinturas, que les servía como divisa distintiva para cada uno de los guerreros traían en las rodelas sus diuisas pintadas a su modo de blanco i colorado de almagra, como queda bien definido en una referencia del citado cronista alusiva al guerrero Doramas (…) que sería conocido por la diuisa de la tarja blanca i colorada de quarteado. En Tenerife se conocen también por las referencias literarias y se hacían igualmente de madera de drago. En ambos casos no sabemos si estos instrumentos formaron parte de sus tradiciones culturales, o si fueron resultado de un préstamo de los mallorquines y portugueses, con quienes los habitantes de Gran Canaria habían entrado en contacto desde mediados del siglo XIV.
Como decimos, en la mayoría de las islas la información sobre estos objetos proviene sólo de las fuentes etnohistóricas que suelen referirse siempre a varas de madera, de las que en muchos casos ni siquiera alcanzamos a saber si se trataba de objetos elaborados o sólo eran instrumentos de circunstancia utilizados para una ocasión determinada. Y en alguna isla, como La Palma, son de destacar unos objetos de extraordinaria singularidad que por su forma y parecido con estos instrumentos se les conoce con el término de bumerangs, aunque en realidad podrían ser bastones a manera de cayado, trabajados en tea de pino, pero cuya forma ha resultado siempre muy llamativa. Miden unos 50 cm de largo, poseen un mango cilíndrico y doble filo en la zona curvada de la pieza. Algunos de los conocidos se hallaron encima de un esqueleto de una cueva sepulcral localizada en Bajamar (Breña Alta). Por sus características y por el lugar del hallazgo más que de armas parece tratarse de objetos rodeados de algún carácter simbólico, sin que hubieran sido necesariamente utilizados con una finalidad defensiva.
* TEJERA GASPAR, A./J.J. JIMÉNEZ GONZÁLEZ (2008) Tercera parte: Arquitectura; Arte, Religión y Mitología en la Era Prehispánica (168-171); en TEJERA GASPAR, A., JIMÉNEZ GONZÁLEZ, J. J. y ALLEN HERNÁNDEZ, J. 2008: Las manifestaciones artísticas prehispánicas y su huella. Santa Cruz de Tenerife-Las Palmas de Gran Canaria, Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias.