YACIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS SINGULARES DE LAS ISLAS CANARIAS
Los grabados de la Montaña de Tindaya, ubicada en el entorno del caserío de ese nombre en el municipio de La Oliva, en la isla de Fuerteventura, fueron dados a conocer por Pedro Carreño en 1973. Y con el posterior estudio y divulgación realizado en 1980 por M. Hernández Pérez y D. Martín Socas, se impulsó los posteriores descubrimientos de otras muchas manifestaciones rupestres de Fuerteventura. La divulgación científica de este yacimiento rupestre, considerado hoy el más importante de la isla, es sin duda un referente del progresivo conocimiento sobre su primera historia artística y cultural.
Este yacimiento rupestre, de singular relevancia, se define por la existencia en la cúspide de la montaña, de unos 400 m de altitud, de más de doscientas figuras de podomorfos, la representación de siluetas de pies humanos en los que aparecen bien señalados los aspectos anatómicos, junto a otras muchas figuras geométricas que en apariencia sólo son motivos rectangulares escasamente parecidos a aquéllos, pero analizados todos ellos en conjunto dentro del yacimiento y si además se compara con otros lugares similares en el Norte de África y en estaciones rupestres del archipiélago canario, podemos explicarlos todos con igual finalidad.
Los grabados se hallan distribuidos en más de cincuenta paneles, insculpidos sobre la roca traquítica que forma su estructura geológica, junto a una treintena que fueron localizados en bloques sueltos pero que en la actualidad están en paradero desconocido. Los motivos grabados en la roca fueron realizados mediante técnica de piqueteado que suele ser la usada normalmente en otras islas cuando se trata de realizar estos grabados, al tratarse de manifestaciones conocidas también en otras culturas de las islas, aunque no existe ningún yacimiento arqueológico con tanta riqueza, variedad y número con estos motivos como los aquí documentados, lo que hace de esta montaña y de sus manifestaciones rupestres un caso único en el archipiélago canario. En el Roque de Bento, ubicado en el Valle de San Lorenzo en Arona (Tenerife), aparece también un conjunto de interés con la representación de estos motivos, pero no es comparable a los existentes en esta montaña, ni en el número ni en la calidad de su ejecución.
En otros apartados del libro hemos puesto de manifiesto el carácter excepcional que poseen algunas montañas en las culturas canarias. El mismo que se le puede atribuir a la de Tindaya, que debió de haber sido también un lugar sagrado para la población primitiva de la isla. No creemos que el carácter sagrado de la montaña haya que buscarlo sólo en los podomorfos o siluetas de pies humanos, sino también en los componentes arqueológicos que lo rodean, como la presencia de enterramientos tumulares en la cima de la montaña, parecidos a los encontrados en espacios similares de Fuerteventura en donde han podido irse conociendo. A ello ha de añadirse además la presencia de recintos cultuales, que con toda seguridad estaban destinados a la celebración de sacrificios rituales y de cultos religiosos con la externalización de sus propios mitos ancestrales. Es de destacar asimismo la existencia de círculos de piedras, los llamados efequenes, lugares en donde se llevaban a cabo celebraciones religiosas, de los que existen en su entorno algunos de grandes dimensiones, tanto en la llanura cercana como en áreas próximas que creemos están claramente relacionadas con la montaña. El carácter sagrado de Tindaya se puede establecer también por comparación con sitios similares de características parecidas conocidos en el Norte de África.
Otra cuestión relevante es que la montaña se convirtió en un referente singular en el paisaje de la isla, ya que existe una serie de yacimientos arqueológicos que están asociados con ella al hallarse orientados hacia allí a la que debieron de considerar un espacio singular en la orografía de Fuerteventura. Y es que la montaña reúne características que debieron contribuir a su singularidad. En primer lugar, porque la Montaña de Tindaya parece ocupar un lugar central, carácter que ha sido comprobado en otras islas, y que aquí es posible atribuirle el mismo significado, pero sobre todo creemos que se trata de una montaña singular que se destaca con claridad de cualquier otro accidente geográfico del entorno, hasta llegar a individualizarse de manera evidente, como sucede en otras islas cuando en ellas existen fenómenos de estas características. Nos referimos también al aspecto que muestra la montaña algunos días del año cuando desde lejos se manifiesta con un color blanco proveniente de la roca traquítica de la que está compuesta y que según las posiciones que tome el sol va cambiando poco a poco de tonalidad, en un fenómeno similar al que también se manifiesta en los Riscos Blancos en el Barranco de Tirajana, en el Sur de Gran Canaria, lugar que tuvo también una consideración de espacio sagrado, aunque el ejemplo paradigmático quizá sea la gran montaña blanca, es decir el Teide, en los meses en los que se halla nevado, hacia donde se hallan orientados muchos sitios arqueológicos de las islas, como se ha podido comprobar —además de éste de Fuerteventura—, en lugares de La Palma y Lanzarote, desde donde se observa también ocasionalmente. O desde el alto del Garajonay, el punto más elevado de La Gomera, desde el cual se contempla una excelente perspectiva de esta montaña, en donde, como se analiza en otros apartados, se han documentado aras de sacrificio destinadas a la celebración de rituales.
Otro aspecto singular relativo a los grabados de Tindaya, ha sido puesto de manifiesto por los estudios arqueoastronómicos realizados en esta montaña por investigadores del Instituto Astrofísico de Canarias (I.A.C.). Se trata de su orientación solilunar, ya que desde la cima de la montaña existe una muy significativa visión del Teide en la isla de Tenerife, hacia donde se hallan dirigidos, cuando desde aquí se hace visible durante el año en pocas y raras ocasiones, por lo que J.A. Belmonte y C. Esteban creen que la disposición y orientación de los podomorfos de Tindaya puede estar relacionada con el ocaso solar del solsticio de invierno.
Los majoreros también le han atribuido a la montaña un carácter mágico, al creer que es lugar de brujas, lo que explicaría la confluencia de las antiguas tradiciones de los aborígenes, con las posteriores leyendas de los habitantes de la isla.
* TEJERA GASPAR, A. (2008) Primera parte: Arte rupestres de las Islas Canarias, Yacimientos Arqueológicos Singulares de las Islas Canarias (110-111); en TEJERA GASPAR, A., JIMÉNEZ GONZÁLEZ, J. J. y ALLEN HERNÁNDEZ, J. 2008: Las manifestaciones artísticas prehispánicas y su huella. Santa Cruz de Tenerife-Las Palmas de Gran Canaria, Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias.