YACIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS SINGULARES DE LAS ISLAS CANARIAS
Las primeras referencias sobre el yacimiento arqueológico de El Julan, situado en el término municipal de El Pinar, en la isla de El Hierro, fueron obtenidas de la tradición oral insular por Juan Antonio de Urtusáustegui en el último tercio del siglo XVIII. En su obra Diario de viaje a la isla de El Hierro en 1779 aparecen referencias de las costumbres prehispánicas insulares y noticias arqueológicas de ese enclave, debido a la presencia de caracteres esculpidos en los asientos de una estructura de piedra ubicada en ese emplazamiento.
Sin embargo, fue en 1873 cuando Aquilino Padrón llevó a cabo el redescubrimiento arqueológico de esta zona, denominada también Los Letreros o Los Canales. Guiado por la tradición oral de los lugareños y las noticias que le precedieron, Padrón puso de manifiesto el interés suscitado por el hallazgo de diversas manifestaciones e inscripciones rupestres, entre las que se encontraban los caracteres alfabéticos líbico-beréberes. Tres años después, en 1876, Aquilino Padrón cedió las anotaciones de sus hallazgos a Sabino Berthelot para que procediese a su estudio y publicación. Con posterioridad, el general Faidherbe, Agustín Millares Torres, Carlos Pizarroso Belmonte y Gregorio Chil y Naranjo ofrecieron sus criterios sobre los signos escriturarios, aunque fue René Verneau quien aportó la evaluación de sus características, procedencia, parentesco y significación en diversos trabajos publicados en el último cuarto del siglo XIX.
Hubo que esperar a los años cincuenta y sesenta del siglo XX para que autores como Dominik J. Wölfel y Juan Álvarez Delgado realizasen investigaciones sobre El Julan que tienen mucho que ver con las inscripciones alfabéticas líbico-beréberes que allí se encuentran. De la misma forma que a mediados de la década de los setenta fueron Luis Diego Cuscoy y Lionel Galand quienes llevaron a cabo el estudio del Tablón de Guarazoca y de las inscripciones alfabéticas que fueron grabadas en su superficie.
A partir de entonces investigadores como María de la Cruz Jiménez Gómez, Mauro Hernández Pérez y Herbert Nowak se interesaron también de forma específica por este yacimiento arqueológico; mientras, por su parte, Renata Springer Bunk ha hecho lo propio al sistematizar las inscripciones alfabéticas líbico-beréberes incluyéndolas en el conjunto de su obra sobre este particular.
El Julan es una amplia y extensa zona desértica situada al Sureste de El Hierro, comprendida entre la dorsal montañosa que atraviesa la isla en su zona central y los abruptos acantilados que recorren la costa y el litoral meridional.
El Julan incluye importantes conjuntos de grabados rupestres, conocidos como Los Letreros o Los Números, situados sobre una colada superficial de lava que sigue la progresiva pendiente e inclinación del terreno, el más grande de los cuales abarca una extensión de unos 400 metros. El repertorio de motivos geométricos comprende una amplia gama de figuras circuliformes, simples y complejas, curvilíneas, ovales, espiraliformes, meandriformes, lineales y laberínticas. En el elenco figurativo destacan de forma significativa las huellas de pie o calzado, tanto cuantitativa como cualitativamente. El esquematismo de que hacen gala estos podomorfos promueve la ausencia de detalles anatómicos como —por ejemplo— las impresiones dactilares, por lo que semejan más bien representaciones de óvalos. No obstante, fueron reproducidos por pares, de forma paralela y cercana, contando —en ocasiones— con los correajes que parecen corresponderse con apéndices de un tipo de calzado semejante a las sandalias. Y, como ya mencionamos, en El Julan también fueron grabados caracteres alfabéticos líbico-beréberes en posición vertical.
La técnica de ejecución predominante en estas expresiones rupestres es el picado, tanto denso como alterno, que en ocasiones semeja ser —en este segundo caso— una especie de puntillado reiterado y discontinuo. Partiendo del piqueteado se obtuvieron surcos poco profundos, escasamente homogéneos en su trazado y acabados con un leve perfil en U, dado que se limitaban a picar la capa meteorizada de la roca soporte que posee escasos milímetros de espesor. Sin embargo, autores como René Verneau y Mauro Hernández Pérez también admitieron la presencia de la técnica de incisión y del rayado en la realización de los motivos lineales, cruciformes y naviformes, que María de la Cruz Jiménez considera pertenecientes a la época histórica posterior a la conquista de la isla en el siglo XV.
Igualmente, este yacimiento cuenta con varios concheros en los que se amontonan los caparazones de lapas, burgados, restos de peces, instrumentos líticos y otros elementos arqueológicos fragmentados. Con ellos también se alternan los restos de cabañas circulares de piedra, estructuras pétreas semicirculares —denominadas taros— que han sido interpretadas como refugios pastoriles situados en lugares prominentes para la vigilancia del ganado, y estructuras troncocónicas de combustión en cuyo interior han aparecido restos carbonizados de animales domésticos de corta edad.
Mención especial merece una construcción circular de piedra conocida como el tagoror, en virtud de su supuesto uso como lugar para la celebración de asambleas de carácter socio-político, festivo o ritual.
Otros elementos presentes en este entorno arqueológico son las aras de sacrificio, realizadas en piedra seca y constituidas por un espacio central que solía taparse con una laja de piedra en el que se acumulaban restos óseos de cabras y cerdos que eran sacrificados e incinerados en ese lugar. Estas aras, pireos, hornitos o altares son uno de los testimonios físicos de las prácticas y actividades religiosas de los habitantes prehispánicos de El Hierro.
El valor patrimonial de la zona arqueológica de El Julan estriba también en la existencia de diferentes elementos que permiten datar cronológicamente su ocupación humana, tanto por métodos de cronología absoluta como relativa, al contarse con bienes y restos susceptibles que lo posibilitan, como los materiales orgánicos y las inscripciones alfabéticas líbico-beréberes.
En lo que respecta al ámbito interpretativo la zona arqueológica de El Julan ha sido relacionada —a nivel general— con el contexto funerario de los antepasados de los bimbaches y el mundo mágico-religioso vinculado con la captación de agua, dada su proverbial escasez en la isla de El Hierro. Igualmente, puede enunciarse un aspecto explicativo a través de la relación existente entre los grabados podomorfos y las inscripciones alfabéticas empleadas como expresiones conmemorativas y salutaciones propias de efemérides realzadas con las relaciones de parentesco.
De hecho, la existencia de elementos arqueológicos como aras de sacrificio, construcciones circulares de piedra, concheros y taros, hacen pensar en la probabilidad de que El Julan fuese un entorno considerado especial para llevar a cabo reuniones tribales multitudinarias de carácter anual vinculadas con fenómenos astronómicos relacionados con el calendario ganadero y, más concretamente, con la llegada periódica de los solsticios, concretamente el de invierno. Esto plantearía la estrecha relación existente en la cosmogonía de los antiguos habitantes entre elementos astrales como el sol y la luna, tal y como mencionan las fuentes etnohistóricas al referirse a Eraoranhan y Moneyba como las dos divinidades, masculina y femenina, de los hombres y las mujeres bimbaches.
* TEJERA GASPAR, A. (2008) Primera parte: Arte rupestres de las Islas Canarias, Yacimientos Arqueológicos Singulares de las Islas Canarias (106-107); en TEJERA GASPAR, A., JIMÉNEZ GONZÁLEZ, J. J. y ALLEN HERNÁNDEZ, J. 2008: Las manifestaciones artísticas prehispánicas y su huella. Santa Cruz de Tenerife-Las Palmas de Gran Canaria, Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias.