Silencio. El Hall tenía un medio sol mañanero que traspasaba el cristal del techo. Una pirámide de luz solar en el suelo y un silencio de ausencia. Los sillones estaban rozagantes, frescos, con los cojines como acabados de escardarles la lana: un Hall fregado y libre de resuello humano. El doctor Cross llegó al Hall, deprisa, bastoneando en el piso que sonó como un cristal duro. Sonrió el doctor a la mañana del Hall y se sentó un momento, acordando su cronómetro con el reloj del Hall. Luego levantose jovial y desapareció por la escalera del piso terrero. Entró en el número 15.
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