El 1 de septiembre de 1730, entre nueve y diez de la noche, la tierra se abrió de pronto cerca de Timanfaya […]. En la primera noche, del ápice se escapaban llamas que continuaron ardiendo durante diez días.
[…] Un torrente de lava se precipitó sobre Timanfaya, sobre rodeo y sobre una parte de Mancha Blanca. La lava se extendió sobre los lugares hacia el norte, al principio con tanta rapidez como el agua, pero bien pronto su velocidad disminuyó y no corría más que como la miel. […] La masa de lava llegó y destrozó en un instante los lugares de Maretas y de Santa Catalina. […] Los truenos y las explosiones que acompañaban a estos fenómenos, la oscuridad producida por la masa de cenizas y el humo que recubría la isla forzaron más de una vez a los habitantes de Yaiza a tomar la huida.
Fragmento de la descripción de la erupción en Timanfaya, descrita por el cura de Yaiza.