María del Pino Santana, mejor conocida por Pina la Cochafisco, esposa legítima de Juan de Dios, uno de Pamboso, se puso un día bien hermosa de bandullo, como un balayo de redonda y ancha, pregonando su recogimiento como un barquito pregona su trapío cuando se enverga entero a una alegre brisa.
-¡Mírenla , que linda va ella!-comentaba los compadres al verla pasar con aire de trono, tan alta y airosa de proa y tan empertigada, tirándose atrás por armarle contrapeso a aquella especie de enorme peje tamboril que la precedía, y que daba la vuelta a las esquinas bastante antes que el resto de su morena y escachada humanidad.
Pina la Cochafisco vivía en el mismo portón de don Esteban el Baifo, donde compadre Monagas tenía su casa y sus tres teniques. Una tardecita, a cosa de Oraciones, la vecina, en rebasadas piedras de ocho, pegó un pugidito de los de soplido, de estos que dan la quejumbre como las sillas retundidas y que se rematan con un suave bufadero, semejante al de una gaseosa mal tapada. A las once dadas entró en un grito, con que puso en planta medio Risco. Entonces llamaron a comadre Soleda, una de las más bien amañanas vecinas para esto de ayudar al aumento del censo. La comadre garrapateó unas letritas y se las dejó a Monagas en lo alto del catre matrimonial:"Esto, Pepe, si vienes, que me extrañaría , recaliéntate tú mismo el potaje, la cosinilla se va por el pitorro, que además está tupío, asín que no pegues a ponerte nervioso y con la jiringuiya vayas y la arrequintes mucho, no sea que te dé un estallío, más que nada por los vecinos; yo estoy en ca´Pina la Cochafisco, alreor della, po se ha puesto de presentación, y pa eso estamos, pa ayudarnos unos a los otros".
Rayando el día, Pina cayó en el esperrido, que apoyaba engarabitando las manos en la barra del catre. Despertó al otro medio Risco. Botó por fin en el mundo un muchacho de cinco kilos corridos, pero no de un peso parejito, sino malamañadamente estibado, como si dijéramo. Sacó una cabeza grande y apepinada, con más de jeme y medio de la frente a la coronilla. Del totizo abajo tiraba más a manojo de tollos que a calacuiña granada. Y fue por ello por lo qne entró sedita en este puñetero mundo hasta que tropezó en el quejo. De ahí para arriba no había manera. Fondearlo de una vez resultabacomo si se pretendiera atracar un Jailán en el espigoncillo de Las Nieves, del Agaete. A fuerza de maniobras de Soledad y otras bienamañadas, algo después de las cinco el nuevo ciudadano dejó caer la cabeza sobre el colchón con el aire y el sordo golpe de un huacal. Las mujeres sudaron como si hubieran hecho un amasijo.
Compadre Monagas, que había llegado por la noche y se había acostado si más, recaló por la cas de la Cochafisco a eso de las nueve de la mañana. Le enseñaron el fenómeno. Se quedó asmado.
-¡Chica ruina le ha entrao a Pina con este guayete!- dijo al oído de su mujer-En aspirinas y sombreros, tan solamente, se mama un jornal con sus puntos.
Como al chico se le iba de banda la gran cabeza, y no era cosa de ponerle horcones, como si fuera una platanera, la madre, por empelechársela, pegó a achicarle ralera de gofio y vino, atacándoselas a fuerza de dedos si el muchacho se ponía repugnante. Agarró tal ajitera cuando sólo tenía catorce días de vida que casi traspone para las Chacaritas. Hubo que bautizarlo a espetaperros, no sea que diera en fallecer moro. María del Pino la Cochafisco le habló al compadre Monagas de ser padrino.
-Güeno…,pero siempre que usté se confrome con unas "agüitas" pobres: un garrafonsito de vino, unos chochejos y suculún, ¿oyó?.
-Desde la vispera del bautizo ya hubo pelotera en la casa por causa del nombre. La abuela materna se emperró en que lo pusieran como a su marido "que en gloria esté" :Casiano. Hubo oposición de la otra parentela. Pepe se arrimó a estos.
-Con una cabeza semejante-dijo-,todo lo que sea "Casi" se presta a choteos. Se barajaron cuarenta nombres y al fin tuvieron que salir todos para la iglesia sin nada determinado, porque, sobre ser la hora, de aguantar un pizco más en la casa hubiera habido mojo con morena.
Don Bartolo se revistió al golpito y vino al golpino hasta junto a la vieja pila baustismal. Calóse las gafas en la punta de la nariz, bajó la frente para ojear a la parroquia, tan viva y tiesa de fulgurantes driles, y por último dio un vistazo al muchacho. El bueno del cura se despitó ante la mala vista dada al tremendo pepino que sobresalía del naguado.
-Ah, ¿pero es que son gemelos?- preguntó ingenuamente.
Una vez que se aclaró lo de la unidad, don Bartolo dijo a Monagas, que muy en padrino mantenía el crío teatralmente:
-¿Cómo lo ponemos?-
Todo el concurso reculó, dispuesto al cabe. El compadre Pepe se quedó un momento suspenso. De pronto empezó a maniobrar sobre la pila, con el chiquillo en vilo.
-¿A qué vienen tantas vueltas ahora?- lo reprendió el señor cura medio caliente.
-¿No dise usté que cómo lo ponemos…? Pos estoy viendo de cuadarle la cabesa pa cuando usté le eche el agua no se le esparrame por fuera…
-¿Tú tienes ganas de choteitos ahora, o qué? ¿Cuándo vas a tener fundamento? Te digo que qué nombre le van a poner…
-Ah… pos mire usté, don Bartolo, resurta de ser que en ese terreno está este familiaje más dividío que la Provincia.
El santo del cura se quitó los espejuelos, entrelazó las manos sobre el vientre y se puso a esperar.
-Pues ustedes dirán, pero arrejundan, que tengo Viático- y se quedó mirando en torno al consurso, que constituido en dos bandos cerrados y gachos, se mantenían como gallos en tanteo.
Habló de pronto la vieja abuela del antojo por su marido , " que en gloria esté":
-Pos mire, don Bartolo, losotros viamos pensao así como de ponesle Casiano, como mi difunto marío, que en gloria esté.
-Miusté, ¡Casiano!…-saltó una del otro lado con un hocicón como un espìcho -.¿Eso ees nombre, cristiana?¡Eso es nombrete!
-¡Ten respeto!-la reconvino don Bartolo -.Casiano no es nombrete, que es nombre de santo.
Metió la cucharada, en representación de los anticasianos, un hombre de negros y averguilladillos bigotes. Abogó por Fruto. Así se había llamado un antepasado de él, que había sedo consejal en el pueblo. Tampoco le gustó a Monagas.
-Ese es peor- dijo -.luego, cuando el muchacho sea grande dirán que es Fruto, pero de calabasera. Y no le va haser grasia. ¡Digo yo!
Se emperró tanto la discusión, al tiempo que se agotaba la infinita paciencia de don Bartolo. El cura explotó, al fin:
-¡Cállense todos, caracho…! ¡Que lo desida el padre, y se acabó!
Monagas se vio precisado a explicar:
-Pero, don Bartolo, cristiano, si el padre se marchó pa Venesuela ya hay más de dos años…
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Pepe Monagas -Ilustración de este cuento. |