La parra o aguardiente de vino y el vidueño fueron productos de exportación propios del siglo XVIII, que se añadieron a los ya tradicionales del malvasía, la orchilla y la barrilla.
La parra se obtenía por la destilación del vino viejo, a través de un alambique; era pues preciso quemar leña como combustible, lo cual, dicho sea de paso, contribuyó a deforestar aún más los montes de Tenerife, isla de la que salía mayoritariamente, si bien en Lanzarote, muchos años después de las erupciones de Timanfaya, se empezaron a plantar las primeras viñas con el fin de producir aguardiente:
La elaboración de la parra llevaba un complicado proceso, no sólo por los instrumentos y aparatos utilizados, sino porque se necesitaban ciertas destrezas para el oficio. Hasta hace poco, aún quedaban en el Norte de Tenerife personas que, habiendo heredado el oficio de “quemar parra”, continuaban elaborándola clandestinamente.
La parra, bebida alcohólica de destilación, encontró mercado, sobre todo, en las colonias españolas de América y en las trece colonias inglesas de América del Norte, donde la bebida gozaba de fuerte aprecio. Este comercio de exportación de aguardiente se mantuvo durante casi todo el siglo XVIII, hasta que por varias razones desapareció. En las colonias españolas, el comercio se extinguió porque el aguardiente de caña de azúcar, más barato de producir, fue robando mercado al aguardiente canario, hasta su total desaparición.
También es verdad que, en la primera mitad del siglo, el aguardiente canario gozaba de ciertas ventajas legales sobre el ron americano, pero a raíz de los decretos de libertad comercial, dados por el reinado de Carlos III, ya el aguardiente isleño no pudo competir con el ron.
El vidueño, otra variedad de vino tinerfeño, surgió en este siglo como una necesidad o alternativa al declive de la exportación del malvasía. Los ingleses, los antiguos compradores del vino, se negaron a seguir comprándolo, porque les resultaba más barato comprar el de Madeira o el procedente de Portugal y sur de España. Hubo también un cambio de gustos en los consumidores ingleses, y esto, añadido a las continuas guerras entre España e Inglaterra, por motivos de rivalidad colonial, llevó al malvasía a la ruina.
La respuesta de los cosecheros canarios fue producir un vino de parecidas características al de Madeira; de aquí que se le denominara “falso Madeira” o vidueño. Para ello, hubo de traerse cepas de aquella isla, vendimiar sobre lo verde y mezclar o encabezarlo con vino tinto y aguardiente procedente en su mayor parte de Mallorca. El vino permanecía en bodega durante al menos tres años hasta su definitiva exportación. El vidueño se exportaba en su mayor parte a las llamadas Trece Colonias (Puertos de Filadelfia y Boston) y a Inglaterra. Se llegaron a negociar considerables cantidades de vidueño y aguardiente, y el Puerto de la Cruz y Santa Cruz fueron los puertos de exportación.
El tráfico de tales productos lo realizaban barcos ingleses y holandeses, por mediación de agentes de la misma nacionalidad, irlandeses sobre todo, asociados con los grandes cosecheros isleños. A cambio, los barcos a su regreso, en escala, traían maderas (duelas) para la fabricación de toneles, harina de trigo, cueros y otras mercaderías para el abastecimiento de Canarias.
Este fuerte pero corto tráfico de vidueño duró hasta poco después del Imperio napoleónico (1814), en cuyo periodo las exportaciones alcanzaron un buen momento, debido a la guerra franco-británica, en el intento de Napoleón por bloquearle los puertos a Inglaterra.