El humanismo moderno tiene sus orígenes en el Renacimiento. Hoy en día se considera que ciertos personajes de talla del período renacentista y del de la Ilustración que le siguió —Leonardo da Vinci, Isaac Newton, Erasmo de Rotterdam y muchos otros— eran humanistas. De hecho, ellos mismos se consideraban así. Para ellos, el humanismo era la vía para devolver a las artes, las ciencias y la filosofía su dimensión humana, dado que por cientos de años dichas disciplinas habían estado al servicio de la religión, la cual se hallaba por aquella época plagada de superstición. Sin embargo, hay que hacer notar que todos esos precursores del humanismo moderno no dejaban de proclamar una firme creencia en Dios.
El “humanismo moderno” de los siglos XIX y XX (que trasciende al XXI) rompe con todo lo anterior y propone un humanismo materialista, en el que no solamente se rechaza la espiritualidad esencial al ser humano, sino que se preconiza la muerte de Dios y por lo mismo de todas las religiones frente al avance avasallador de la ciencia, como única vía de explicación de la existencia, del universo y de la vida humana (Rousseau, Comte, Marx, Nietszche, etc).