Todo patrimonio o paisaje natural tiene mayores posibilidades de conservación si en dicho espacio se llevan a cabo actividades sostenibles, acordes con el medio ambiente y con los valores que éste presenta. En este sentido, el modo de vida vernáculo de aprovechamiento vertical y múltiple de los recursos que se practicaba en toda la isla, y por tanto en San Miguel de Abona suponía un modelo sumamente sostenible, en la medida que aprovechaba los recursos del terreno para la supervivencia de los pobladores, que hacían uso de los distintos elementos convirtiéndolos en sinergias. Sin embargo, el avance de los tiempos y la modernización de la ciudad trae consigo nuevos modelos económicos que aumentan el valor de ingresos y el bienestar socioeconómico de la población. En San Miguel de Abona el turismo es el abanderado de ese nuevo patrón que relega a un segundo plano a la actividad agrícola y el mundo rural. Sin embargo, ello también supone un daño ecológico y una afección el medio natural del municipio que no se debe pasar por alto. Y eso a pesar de contar con logros tan importantes como la existencia de espacios protegidos y con una urbanización (el boom turístico no ha modificado en demasía el paisaje urbano del municipio) y modo de vida respetuoso con los valores tradicionales y ambientales. La presencia de un notable paisaje rural también ha sido un paso para la mejora del patrimonio natural.
Por otro lado, aunque en el pasado la extracción de áridos y de material litológico empleados para el sector de la construcción fue el principal enemigo de la conservación del territorio en San Miguel de Abona, en la actualidad los principales problemas para la conservación del patrimonio natural son derivados de las construcciones y equipamientos, la presencia de tendidos eléctricos y telefónicos, un uso público incontrolado, el uso de vehículos motorizados cerca de hábitats naturales y el abandono de residuos sólidos. Así por ejemplo, algunos impactos medioambientales son primordialmente de carácter visual y paisajístico como por ejemplos la presencia de construcciones o de tendidos eléctricos. Otros sin embargo afectan a la biodiversidad y a la conservación de los espacios, como por ejemplo un uso público incontrolado, motivado por actividades deportivas y de ocio por parte de particulares sin tener un importante respeto con el medio, el empleo de vehículos motorizados en zonas de sustrato frágil y de fácil degradación (lo que también puede afectar a los animales) o sobre todo el abandono de residuos. Todo ellos consecuencia del aumento de la población y de una escasa o nula concienciación ciudadana, que si suponen un verdadero inconveniente que degrada y afecta al medio ambiente.
Fabio Correa