En el archipiélago canario ha sido fundamental el aprovechamiento de aguas subterráneas debido a la escasez de ríos, de flujos permanentes y de precipitaciones. En ocasiones, se ha sabido explotar este recurso con maestría gracias a la impermeabilidad de las rocas, manteniendo en presas y embalses el agua de lluvia que discurre por sus barrancos. Pero en otros lugares, el agua se infiltra y pasa a formar parte del acuífero, por lo que para obtener el líquido elemento se han tenido que excavar pozos y galerías. Éstas construcciones llevan aparejadas todo un sistema hidráulico de canalización y depósitos para transportar el preciado bien hasta las zonas de cultivo. Pero hoy en día, salvo excepciones, han quedado como vestigio de un pasado agroindustrial puntero, sobretodo de los siglos XVI y XVII.
Uno de los elementos más característicos de todo este sistema hidráulico y desconocido para muchos, son los molinos de agua. Por ello, con este complemento se pretende dar a conocer, en pocas palabras, qué son, para qué servían y cómo funcionaban.
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Molino ‘La Máquina’, en La Orotava, Tenerife. (SG) |
Los molinos de agua constituyeron un elemento básico en la alimentación y en la economía de muchas familias canarias, desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XX. “Ya eran conocidos unos dos siglos antes del nacimiento de Cristo, pero su aplicación de forma habitual y sistematizada no se produce hasta el siglo III o IV”
. Fueron vitales en las épocas de hambruna que se dieron tras los grandes periodos bélicos (I y II Guerra Mundial y la Guerra Civil Española), los cuales provocaron la reducción de los productos importados que llegaban al Archipiélago. Se trata de una infraestructura agroindustrial que se usaba para la obtención de harina y gofio a partir de la molienda de grano tostado, fundamentalmente de ‘millo’ o maíz y trigo. Sirvió como complemento de la industria azucarera que se dio en Canarias. Empleaba la fuerza del agua que, conducida por atarjeas o acequias hasta el molino, impulsaba una rueda que a su vez, movía la piedra de moler.
Comenzaron a construirse con los primeros grupos humanos que se fueron asentando en las Islas tras la Conquista. Se buscaron lugares con abundante disponibilidad de agua para facilitar las necesidades básicas, fundamentalmente en las vertientes norte de las Islas.
Los molinos se dispusieron en lugares con fuerte pendiente, alineados y conectados entre sí para que el agua pasara de uno a otro. Parte del caudal que discurría por ellos se desviaba hacia chorros, estanques, aljibes, tanquillas, etc., para consumo doméstico y aprovechamiento agrícola. Además, se le unía agua procedente de ‘sangraderas’ o ‘aliviaderos’, que eran los canales por donde se desviaba el exceso.
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Lavaderos junto al molino de Arafo (SG) |
También llegaba agua a lavaderos populares que solían estar cerca o junto al molino. Éstos, no sólo constituían lugares para lavar la ropa, sino verdaderos puntos de encuentro social donde se hablaba de la actualidad del pueblo, se cantaba o incluso se ’cotilleaba’.
Los molinos de agua son fácilmente reconocibles por su aspecto externo. Los llamados molinos horizontales o de ‘rodezno’ eran los habituales. Suelen ser de forma rectangular y escalonada, aunque algunos son circulares. En ellos destaca el cubo y el acueducto. El acueducto, es la estructura que mantiene en altura la atarjea o acequia que conduce el agua hasta la boca del cubo. En el interior de éste último, por diferencia de altura (entre 6 y 9 m), el agua circula cogiendo la fuerza suficiente para impulsar la rueda que se sitúa en su interior. También hubo molinos sin cubo, los denominados molinos verticales. Se dieron muy poco por su mayor complejidad, pero hubo algunos en Gran Canaria, en los que la fuerza del agua era la que movía directamente las cucharas de la rueda. Incluso en esta misma Isla, hubo en el sur un molino mixto que funcionaba con agua y viento. En La Gomera, por ejemplo, el cubo era sustituido por el ‘jerío’, una tubería cerrada y colocada en un ángulo bastante elevado, cuyo recorrido comienza unos 10 ó 15 m por encima del molino.
Otro elemento digno de destacar es la casa del molinero y las dependencias del molino, que suelen estar en el mismo edificio. En ocasiones, el molinero ponía sus productos a la venta en una pequeña tienda que era la prolongación del molino. En cuanto a las dependencias, destaca la ‘cueva’. Era el lugar donde se encuentran las piezas que imprimen el movimiento al molino accionado por el agua, como el ‘rodezno’ o ‘rueda’ y la terminal del cubo, donde salía el agua por el ‘bocín’ o ‘boquín’. En un piso superior se disponía el resto de piezas, como la ‘tolva’ (donde se añadía el grano tostado), la piedra de moler o el ‘canal del gofio’, por donde salía hacia la ‘caja del gofio’.
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Maquinaria del molino (dibujo: Óscar L. Domínguez, en revista La Gaveta, nº 7, 2001) |
En la actualidad y sólo en algunos lugares se conservan restos de las piezas de la ‘cueva’, puesto que desde los años 50 y 60 del siglo XX dejaron de funcionar o empezaron a hacerlo con electricidad. El motivo fundamental fue el agotamiento progresivo de los manantiales y, en consecuencia, el encarecimiento del agua. A esto se le unía una nueva ley de 1937, que prohibía la venta directa de cereales a los molinos. Posteriormente, con la dictadura del General Franco y su política de racionamiento y control de la producción de trigo, se crean asociaciones de molineros en diferentes Islas con licencia para obtener harina y gofio. A partir de ese momento, los molinos comienzan exclusivamente a producir gofio, ya que la de harina pasa a tener control estatal de las harineras.
Muchos municipios canarios tienen hoy en día molinos de agua en buen estado de conservación, incluso algunos declarados como BIC (Bien de Interés Cultural). Podrían destacar algunos molinos en diferentes Islas: el de ‘El Regente’ en Los Sauces y los de Santa Cruz (La Palma); el molino de ‘La Longuera’ o de ‘Jesús Morales’ en San Sebastián y el de ‘San Pedro’ en Hermigua (La Gomera); los molinos de agua de Icod, Garachico, Arafo, el de ‘Chacaica’ en Güímar o los de ‘La Piedad’, ‘de Chano’ o ‘La Máquina’ en La Orotava (Tenerife); los de Guía, Valleseco, Firgas, Ingenio y La Aldea (Gran Canaria). En Lanzarote y Fuerteventura, islas en las que el agua escasea más aún, los molinos no han sido de agua sino de viento. Así, se ha utilizado un recurso natural renovable y abundante en estas Islas para moler grano tostado y obtener harina y gofio.
Se hace necesario hoy en día divulgar y dar a conocer todas las cuestiones relacionadas con la cultura del agua en Canarias, que ha sido importantísima a lo largo de su historia. No se respeta y protege algo que no se conoce, por lo que está en nuestras manos que infraestructuras como los molinos de agua no desaparezcan ni de su ubicación histórica ni de la memoria colectiva.