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Ramón está sentado en un parapeto medio derruido, a la orilla del mar, las manos en el muro y la mirada en la negra superficie del agua. La imposibilidad de comprender lógicamente sus últimos pasos ha llenado de miedo su alma y de frío su cuerpo. Se siente inerme ante fenómenos extraños, abandonado a fuerzas caprichosas, pero terribles y hostiles. De la masa de las sombras pueden concretarse figuras malignas nacidas no se sabe cómo, pero que querrán martirizarlo y hundirlo en la desesperación. Y no sólo de la noche. También surgen de los mismos luminosos rayos del Sol. Todo es fuerte, grandioso. Únicamente él está desvalido; juego arbitrario de una Naturaleza desconcertante. El Universo cambia su faz en unos solos instantes. Siente cansancio y maravilla, porque dentro de su agotamiento vislumbra un manantial de energías ignorado. No obstante, muchas veces no puede asegurar si asienta sus pies en este planeta, si el mundo no es sino una imagen de su cerebro, ligado estrechamente a él, incapaz de existir independientemente de su espíritu.
Una novela que sorprende continuamente al lector, dotada de un espacio laberíntico en el que hay que buscar la salida. Un lenguaje rico y bien construido que se aleja del realismo y confluye nuevamente en él. Literatura para gozar y pensar, pues todo arte solicita una visión del mundo.